«No sé por qué se escandalizan cuando uso el genérico en femenino, llevamos siglos haciéndolo al revés y solo las feministas nos hemos quejado»
Isabel Franc lleva ya un montón de años haciéndonos reír con unas historias que, en el fondo, plantean temas muy serios. Es la autora de la novela lésbica más leída y creadora de la primera investigadora lesbiana del estado español: la inspectora García que acaba de regresar al escenario criminal con el doble caso que propone su ultima novela: Dos Tazas. El regreso de la Inspectora García.
¿Qué ha provocado el regreso de la inspectora García?
La pandemia, claramente. Si algo le tengo que agradecer al confinamiento es que me haya hecho rescatar a García.
Sin embargo, la sitúas en un tiempo anterior.
Sí, todavía no puedo parodiar lo que está pasando. Y no quería que la situación condicionara la historia, escribir en esas circunstancias era una forma de evasión, de supervivencia, por eso la situé en un tiempo anterior. Hay un par de referencias al futuro “en aquel momento nadie podía imaginar que un día la ciudad aparecería vacía”, por ejemplo, pero se queda en el antes.
Dicen que has eliminado a los hombres de tus novelas
No es exacto. Mis novelas presentan un universo de mujeres en el que si hay hombres quedan tapados por el uso del genérico en femenino. Hacer un lenguaje inclusivo me creaba tantos problemas de estilo que opté por esa opción, así, cuando digo: “Llegaron las bomberas” incluyo a los bomberos. No sé por qué se escandalizan, llevamos siglos haciéndolo al revés y solo las feministas nos hemos quejado.
«El humor es una herramienta de resistencia»
¿Te diriges a un público feminista?
No se escribe para todo el mundo, mi público lo forman sobre todo mujeres y personas LGBTQ+. Lo que hago se podría definir como literatura feminista de entretenimiento, que no hay mucha. Y me alegra saber que llega a un público muy amplio, desde gente que me dice “yo no leo, pero tus libros me los trago”, hasta intelectuales y académicas que me confiesan que entre tocho y tocho se leen un libro mío para desconectar. Aunque, tal como están las cosas vete a saber si a alguna feminista le ofenderán mis historias. En cualquier caso, si así fuera, demostraría tener muy poco sentido del humor.
El humor es necesario
Imprescindible, es lo que nos ayuda a soportar un mundo cada vez más desquiciado y convulso. Además, es lo primero que eliminan los regímenes totalitarios, tenemos unos cuantos ejemplos cercanos. Me parece imprescindible usar la óptica del humor, la parodia, la ironía o la sátira para explicar la realidad, relativizarla, desdramatizarla y combatirla (aunque no soy muy dada a las metáforas bélicas), la poesía es un arma cargada de futuro y el humor una herramienta de resistencia.
¿Crees que nos falta humor a las feministas?
No me atrevo a contestar, no sea que alguna me muerda. Lo que sí falta en estos momentos es más inclinación a la concordia. Digamos que el humor ayudaría mucho.
Llevas años publicando con editorial Egales, pionera en la difusión de literatura LGBTQ+ ¿Cómo es la relación?
He trabajado con diferentes editoriales y me quedo con las pequeñas, las que te cuidan, las que no destruyen tus libros si no cumples los mandatos del mercado y las que, a pesar de sus dificultades, te pagan puntualmente. Mi relación con Egales, es de fidelidad y respeto mutuo. Hace poco, optaron por publicar Alicia en un mundo real, novela gráfica sobre el cáncer de mama. Había sido descatalogada y curiosamente, al poco tiempo, salió en Fotogramas como uno de los cómics que merecía ser llevado a la pantalla, participó en el 1er. Congreso de medicina gráfica, se hizo la versión teatral (pendiente de presentación por culpa de la pandemia) y me propusieron convertirla en serie. Si todo eso va adelante, prefiero que los benéficos sean para Egales, se lo merecen más que nadie.
¿Hay algo de realidad en Dos tazas?
En todo lo que escribo hay una fina línea entre realidad y ficción, a veces es más evidente, a veces menos, es un juego necesario. En esta novela es mucho más sutil y no seré yo quien desvele esos límites. Tendrán que leerla, chicas.