OPINIÓN
Además de las personas dedicadas a la política, quienes hacemos periodismo somos las más atacadas y ofendidas por la falta de credibilidad, sentimiento que crece en un ambiente donde no hay democracia.
Estas son actitudes, al menos desde mi perspectiva, que atentan contra las libertades esenciales de una sociedad.
A las y los periodistas nos ubican en un espacio de total falta de credibilidad. Especialmente vivimos el desprestigio, sobre todo al interior de los grupos de interés confrontados. En verdad, no sé qué esperan de nosotros y nosotras.
En este sexenio, de diciembre de 2012 a marzo de 2018, de acuerdo a la documentación compilada por la Casa de los Derechos de Periodistas fueron asesinadas 62 personas dedicadas a la información. Nueve mujeres y 53 hombres. La mayoría en los estados de la República.
¿Qué espera la sociedad de quienes vivimos del periodismo? Personas que tratan de contar historias, investigan, preguntan y vuelven a preguntar, indagan, buscan y difunden, cosas de interés público, o un grupo de complacientes haciendo propaganda y rindiendo honores al poder.
He leído cuidadosamente los epítetos desplegados contra el grupo de periodistas e investigadores que entrevistaron a Andrés Manuel López Obrador, en el espacio de discusión abierto por el diario Milenio. Entrevistaron a quien pretende llegar a la presidencia de la República por tercera ocasión, cuya campaña electoral y discursiva, como estrategia, está fundada, no sin razón, en una franja de población que vive en el enojo cotidiano de cara a la situación económica, política y social muy deprimida. De cara a la corrupción y la inseguridad.
Yo recordaba recientemente en Oaxaca que todas esas muertes, de quienes informan y comunican, no han sido acompañas por esa franja de la sociedad que reclama y está levantada, contra las injusticias y desvíos. No les importamos, para nada. Se trata de 62 mexicanos y mexicanas cuya vida fue cegada por la incomodidad que produjo su trabajo a muy distintos poderes, cacicazgos y con frecuencia delincuentes. Eso no ha generado la indignación que aparece en muchos otros episodios.
Somos, dicen, “chayoteros” y “vendidos”, sólo por cuestionar, investigar y buscar respuestas que muchas y muchos mexicanos andan buscando. Evidentemente aquí hay una falta tremenda de información sobre quiénes somos.
Un periodista es la persona que se dedica profesionalmente al periodismo, en cualquiera de sus formas, ya sea en la prensa escrita, como en la documentación fotográfica, radio, televisión o medios digitales. Nuestro trabajo consiste en descubrir e investigar temas de interés público, contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y publicarlos.
Existen varios principios que guían la labor del periodista, el principal de los cuales es el respeto por la verdad, el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable.
La entrevista, lo aprendí en la escuela Carlos Septién García, es un diálogo extenso y profundizado entre un periodista y una persona conocida. Hay de dos tipos: las informativas, centradas en la opinión del entrevistado sobre hechos de actualidad, su trabajo, etcétera, y las psicológicas, basadas en la personalidad del entrevistado.
La motivación del entrevistado debería ser la de enriquecer el debate público y garantizar que las necesidades de toda la comunidad a la que sirve estén representadas y sean tomadas en cuenta.
Sin embargo, la lealtad al partido, el miedo de perder su escaño o posición, la ambición, la ideología y una serie de cuestiones personales podrían nublar esto. El trabajo del periodista es ver a través de un personaje todo y llegar hasta los datos más esclarecedores, donde se pueda llegar.
Quienes son políticos son servidores públicos. Son elegidos o elegibles para hacer un trabajo en nombre de sus representados. Su desempeño profesional está abierto al escrutinio.
El entrevistador o entrevistadora debe ser incisivo y repreguntar, ese trabajo molesta a ciertos personajes públicos. Así que la tarea de quién entrevista puede volverse incómoda.
El otro problema es que la población que está a favor de un político, generalmente pierde la memoria y actúa con reduccionismo, ofende la inteligencia ¿Quién sabe cuáles son las entrevistas cotidianas de Carlos Marín? ¿Conocen su personalidad? ¿Tenía mala intención exclusivamente contra AMLO o simplemente es así, evidente, altisonante, inquisidor con todas las personas? Puede no gustarnos, pero es así, con tirios y troyanos.
Pondré sólo un ejemplo: En septiembre 6 de 2016, hace menos de dos años, Marín, en su columna –escrita y de televisión- denominada Asalto a la Razón, entrevistó al presidente Enrique Peña Nieto ¿Alguien vio? ¿Alguien la recuerda? He aquí algunas cabezas periodísticas sobre ese acontecimiento:
Peña Nieto Explota en Entrevista con Carlos Marín/Noticias al Momento…Carlos Marín ‘humilla’ a Peña Nieto: Trump lo vino a chamaquear, le dice en entrevista…
El Nacional:”Carlos Marín Martínez, ridiculizó y humilló al presidente de México, Enrique Peña Nieto al aire”, comentan los internautas en redes sociales, debido a que lo cuestionó sobre su gobierno actual y la visita de Donald…
De acuerdo a las escuelas más confiables de periodismo, una entrevista no es una charla entre amigos, ni tampoco un tercer grado. En lo que te dice el entrevistado puede estar lo más valioso, tienes que oírlo para ponerlo de manifiesto. Tienes que dejarte sorprender sin perder el mando. El oyente no puede sentirse incómodo con tu agresividad. Si a quien se entrevista se va por las ramas, debes atraerlo con agresividad profesional.
Un buen o buena entrevistadora debe volver sobre sus preguntas “cuantas veces sea posible”, pero en algún momento hay que tirar la toalla, porque, si no, se igualan los planos. Y quien es periodista no está en el mismo nivel que su interlocutor. Puedes insistir dos o tres veces, pero hay un momento determinado en que ya insistir es incómodo también para quien te escucha.
La entrevista es la más pública de las conversaciones privadas. Funciona con las reglas del diálogo privado, pero para el ámbito público: proximidad, intercambio, exposición discursiva con interrupciones, un tono marcado por la espontaneidad, presencia de lo personal y atmósfera de intimidad. No es un diálogo libre entre dos sujetos. Es una conversación centrada en una parte de quienes dialogan.
La relación entre periodista y entrevistado no es entre pares, ni mucho menos entre conocidos de toda la vida. Quien actúa de periodista debe mantenerse al margen, pero no por eso ser un fantasma; debe marcar su presencia cada vez que observe la existencia de contradicciones y otras mañas del entrevistado/a. Las ideas periodísticas deben servir como herramientas para poner a prueba el discurso de a quien se entrevista. Decir a las o los entrevistados que deben estar en disposición para dejarse guiar, se puede interrumpir y criticar.
Nos enseñan en periodismo que tenemos la libertad para penetrar en la vida del interlocutor. Tenemos autorización para cuestionar públicamente a la persona entrevistada, máxime cuando está en la política y a poner en duda sus declaraciones. La persona entrevistada tiene derecho a callar o contestar lo que le venga en gana. Nunca está en un tribunal, pero tiene que escuchar las indagaciones que hace el o la periodista, escuchar sus dudas y hasta sus comentarios. Nadie debería sorprenderse por eso. Ese es el trabajo periodístico, para dar al público un claro perfil de quien responde.
Y hay más. El o la periodista debe tratar de convertirse en una persona confiable y a su vez, debe estar atenta a las manipulaciones de la persona a la que entrevista, para cuestionar lo que dice desde posibles certezas a terribles incoherencias. Escucha al declarante o entrevistada, no trabaja para esa persona sino que lo hace para la opinión pública.
De esa entrevista. La de Marín al presidente Peña Nieto hay una nota interesante, fechada el 9 de septiembre de 2016: “Andrés Manuel López Obrador abrió fuego, sin nombrarlo, contra el periodista Carlos Marín. Le pegó con todo por la viralizada y muy comentada entrevista que le hizo el director de Milenio Diario al Presidente de la República. Hay quien interpretó que AMLO defendió a Peña Nieto. O sea, si sabía a dónde y con quién iba.
Finalmente, una de tantas definiciones de un oficio, con frecuencia ingrato: “El periodismo promueve el debate democrático y el pensamiento crítico. El periodismo adquiere un compromiso de servicio público con la sociedad en general y con las minorías, las mayorías, las y los necesitados y perjudicados, en general. El periodismo debe servir a las personas para decidir su presente y su futuro. Y entre sus cualidades deben estar presentes la observación, el análisis, la capacidad crítica, el inconformismo y la transgresión. Veremos…