A lo largo de mi vida profesional he hecho muchas entrevistas de trabajo en sectores muy dispares como en el sector cultural, los servicios financieros o del marketing. Pero nunca me había sentido tan atacada, juzgada y discriminada como en esta última ocasión.
Era la segunda entrevista que hacía para esta empresa, la primera fue todo un éxito y les encanto mi perfil. Me hicieron las típicas preguntas sobre mi experiencia profesional, mi educación y mis conocimientos de idiomas e informática. Por otra fuente sé que estaban casi seguros de que iba a ser la elegida y me iban a ofrecer el puesto de trabajo. Así que les había gustado mucho y me llamaron para concertar una segunda entrevista. Esta iba a ser la entrevista para indagar sobre mi vida personal. Después de más de una hora, volviendo a repetir preguntas que ya había contestado, llegó el gran momento:
¿Estas casada? ¿Vives en pareja? ¿Cuánto tiempo hace que vivís juntos? ¿Queréis tener hijos? ¿Tu pareja tiene trabajo estable?
Estas son las preguntas que me hicieron únicamente por el hecho de ser una MUJER de 30 años. Es decir, una mujer susceptible de quedarse embrazada.
En ese momento me sentí entre la espada y la pared, porque quería conseguir ese trabajo y no sabía cómo podría afectar mi respuesta. Me cogió de sorpresa, y sobretodo me sentí muy incómoda por tener que responder a preguntas tan íntimas y personales delante de unos completos desconocidos.
Mi respuesta fue la siguiente: ¿porque es necesario que sepan esta información personal?
Me vi obligada a mentir, sonreír y hacer ver que esa situación era normal. Pero lo cierto es que NO es en absoluto normal ni justa. Estoy totalmente convencida que si hubiera sido un hombre el candidato a esa oferta de trabajo, no le hubieran preguntado si entra en sus planes de vida ser padre.
La incomodidad y frustración que me causaron estas preguntas hicieron que me pusiera nerviosa, insegura y muy indignada, con lo cual el resto de la entrevista fue mal y mi actitud cambio completamente. No podía esconder mi decepción y disgusto.
Además de la precariedad laboral en nuestro país, de la falta de trabajos dignos y bien remunerados, de la competencia salvaje, de la falta de estabilidad, etc. A partir de ahora debo añadir a la lista de dificultades la falta de igualdad. Es decir, que el hecho de ser una mujer de 30 años me puede hacer perder oportunidades de trabajo para las cuales estoy más que cualificada.
Al cabo de dos días me llamaron de la empresa y me comunicaron que finalmente no soy la candidata adecuada para este puesto de trabajo y me pregunto ¿Por qué será?