Escrito por Fabiola Llanos, texto y fotos
Mientras desde el Vaticano salían bengalas que poco duraron sobre el uso del preservativo, la información sobre salud sexual y reproductiva aun no llega a la mayoría de mujeres del mundo y continúan sin acceso a sus derechos fundamentales y a la alegría que da discernir entre lo que se quiere o no quiere hacer, con más o menos información.
En este sentido, muchas mujeres y niñas que viven con el VIH/sida tienen muy pocas opciones de decidir respecto de sus propias sexualidades.
Debido a que desde algunas instituciones transnacionales no gubernamentales (como los fundamentalismos religiosos) no se propicia la búsqueda de soluciones reales a falta de una vacuna, quienes trabajamos por la salud desde la sociedad civil, tenemos la obligación de promover la información sobre cómo vivir con derechos sexuales y con derechos y deberes reproductivos responsablemente, sin sufrir el estigma y la discriminación asociados al virus.
Hasta el 2009, cerca de 34 millones de personas en el mundo vivían con el VIH, de las que casi la mitad eran mujeres. La infección por el virus del sida es la principal causa de mortalidad y de enfermedad entre las mujeres en edad fértil (entre los 15 y 49 años) de todo el mundo. Pero tan importante como hablar de estas cifras es el generar los espacios donde la información sea coherente con la gravedad de la situación, así como los espacios de reflexión en donde más que cifras estremecedoras, surjan medidas paliativas para controlar la pandemia y mejorar la vida de quienes vivan con el VIH: la revalorización de los derechos humanos y el derecho a la salud y a la vida sin violencia de las personas, sobre todo, la de las principales víctimas de la violencia sexual en todo el mundo, y no sólo en sociedades en conflicto: las mujeres y las niñas.
Y los derechos humanos no pueden definirse sin una perspectiva de género que fortalezca la idea de que hombre y mujer tienen iguales responsabilidades y derechos ante la pandemia del VIH/sida, especialmente las que se reflejan en las campañas de prevención a las que nos tienen acostumbradas y acostumbrados.
Educación, cultura, pertenencia étnica, identidad sexual, nivel de ingresos, etc.: todos estos aspectos son importantísimos tanto a la hora de reducir el riesgo de contagio (población general, hombres que tienen sexo con hombres, personas trabajadoras del sexo y personas consumidoras de drogas) como la vulnerabilidad (mujeres, jóvenes, poblaciones indígenas y migrantes, entre otros grupos).
En cada una de las campañas masivas que vienen desde los organismos públicos, gubernamentales o no gubernamentales, nacionales o internacionales que luchan contra este flagelo, se debería facilitar la participación de representantes de la sociedad civil en el proceso de elaboración y evaluación de las campañas, con el objetivo de asegurar una representación adecuada de los roles de género, para impedir que la responsabilidad de la práctica del sexo seguro y de las acciones de prevención recaigan únicamente en la mujer, y para promover la negociación entre iguales, libre de violencia, estigmas y discriminación.
Quienes trabajamos desde la comunicación social, manteniendo el diálogo directo entre personas beneficiarias y sociedades donantes, tenemos el deber de transformar esos roles de género y dejar de fortalecer los papeles que tradicionalmente se imponen a través de los mensajes emitidos permanentemente por la mayoría de medios de comunicación masiva o generalistas.
No se puede desconocer que se han producido algunas variaciones importantes que promueven algún cambio en las relaciones de pareja, o que visualizan la importancia de erradicar la discriminación y el reconocimiento abierto a otras opciones sexuales, pero aun estamos muy lejos del compromiso que obviamente no se cumplirá el 2015 con los Objetivos del Milenio. En al menos 56 países se mantienen o descienden los niveles de contagio, pero en otros aumenta, y en los países en desarrollo sólo un tercio de las personas que necesitan medicación contra el VIH/sida están recibiendo tratamiento, y de esta cifra, más de la mitad son mujeres.
La culpa no es sólo de las crisis. Alguna cosa hemos hecho mal. O peor aun: alguna cosa hemos dejado de hacer.
Fabiola Llanos es periodista y responsable de Comunicaciones y sensibilización de la Fundació Sida i Societat.