OPINIÓ
Todos los lunes el colectivo Dónde están las mujeres nos hace un recordatorio preocupante: La primera mujer. Después de un año de contabilizar la presencia de mujeres en espacios de opinión, esta es otra batalla por la visibilidad: la denuncia de la anomalía.
Una anomalía dolorosa, especialmente en aquellos espacio donde se vulneran los derechos más allá de esta desigualdad. La vulneración de derechos humanos, civiles y políticos que sufren las presas y presos políticos es una irregularidad democrática.
La acusación de rebelión y sedición por cumplir lo que se propone en unas elecciones que se ganan es del todo desmedida y atenta contra los derechos civiles y políticos. La represión del estado se está haciendo de forma selectiva contra el soberanismo en Cataluña, contra las personas y organizaciones de izquierda en España. Es un atentado interno del sistema contra la democracia.
Pero, ¿cómo estamos gestionando nosotros la represión específica contra las mujeres? Estamos hablando de la ex Consellera Dolors Bassa, presa en Puig de les Basses; la ex presidenta del Parlamento Carmen Forcadell, presa en Mas d’Enric; la ex Consellera de enseñanza Clara Ponsatí, exiliada en Escocia; Meritxell Serret, ex consellera de agricultura, exiliada en Bélgica; Tamara Carrasco del CDR, confinada en Viladecans; Marta Rovira, Secretaria General de ERC, exiliada en Suiza; Ana Gabriel, ex diputada de la CUP, exiliada en Suiza.
Estamos hablando de mujeres que están sufriendo la vulneración de sus derechos civiles y políticos y que quedan invisiblitzades.
Mujeres invisibles que han estado liderando la política del país. Mujeres invisibilizadas, las que ni los medios, ni las organizaciones dan suficiente apoyo, suficiente visibilidad, ni bastante protagonismo. Mujeres acusadas injustamente e injustamente olvidadas.
No es una obsesión del feminismo. Las y los familiares, a menudo, han expresado que se les da poca voz, que sus renuncias no son perceptibles a la sociedad, que se las omite de la actualidad política y quedan en prisión, en el exilio, en confinación y en la invisibilidad.
Los últimos años del llamado proceso -como si sólo los últimos 10 años formaran parte de un proceso político para la liberación nacional- habido cambios importantes. Carmen Forcadell y Muriel Casals lideraron un momento de crecimiento del movimiento soberanista, de la formación de mayorías. Este crecimiento marcó la ruta y lo hizo de forma generosa, abierta y participativa.
Después del 1 de octubre de 2017, que fue intencionadamente liderado por unos pocos que nos pidieron confianza, se visibilizan las muchas carencias. Se reprimió el amplio movimiento y las mujeres que fueron protagonistas y líderes comenzaron a ser escondidas. Paralelamente, se produce un cambio estratégico bastante extraño.
En la construcción de la república hay que contar con la mayoría social, no es posible la efectividad sin un cambio real. Sin las mujeres el proceso no hubiera existido ni habría sido una realidad, tampoco puede seguir sin nosotros.
Sufrimos desigualdad incluso en la anomalía: visibilizarlas.