“Feminismo, Republicanismo, Democracia”, con este título, la Fundación Josep Irla realizó la lección inaugural del curso 2017-2018 en el auditorio de la UPF School of Management. La conferencia fue a cargo de Anne Phillips.
Anne Phillips es profesora de ciencias políticas en la London School of Economics and Political Science como profesora de teoría de género y fue directora del Instituto de Género hasta septiembre de 2004. Miembro de la Academia Británica desde el año 2003. Es una de las personas más reconocidas en la teoría política feminista, y escribe sobre cuestiones de democracia y representación, igualdad, multiculturalidad y diferencia. Su trabajo más influyente es The Politics of Presence: The Political Representation of Gender, Race and Culture (1995).
Al inicio, Lluís Pérez Lozano, director académico de la Fundación, dio la bienvenida al público asistente y fue Tània Verge quien hizo la introducción a la figura de Anne Phillips y sus estudios, presentándola como una de las principales voces del feminismo contemporáneo.
Anne Philips planteó de inicio la cuestión sobre el derecho a voto de las mujeres y la pluralidad democrática en el debate de los años 90, donde esta cuestión no era central para muchos politólogos, aún se debatía sobre el derecho, o no, a voto de las mujeres. Haciendo un breve análisis de la evolución legislativa y política en el mundo la cifra actual de representación de las mujeres a nivel mundial es del 23’5%, más de la mitad de la población no llega a un cuarto en su representatividad. A pesar de ser una infrarrepresentación evidente la cifra de hace 20 años era muy lejos y la evolución ha sido positiva. En Catalunya actualmente la representación femenina es del 43%, en el Reino de España del 39’1%, en Gran Bretaña del 32%. Es evidente, para Phillips, que las cuotas de género han tenido que ver en el aumento de las mujeres en puestos de representación, más de 128 países han aplicado cuotas de algún tipo.
Estremecen las cifras de desigualdad, un país no puede presentarse como democrático si no combate la sobrerrepresentación de los hombres en las instituciones, las cuotas de género mejoran la representación institucional de las mujeres, pero no es sinónimo de cambio de políticas la igualdad política no es lo mismo que la igualdad económica y social.
La presencia de mujeres en política no es una cuestión de identidad sino de calidad democrática. Las ciudadanas deben tener derecho a voto e ir más allá. Phillips en su análisis manifiesta que vivimos en una sociedad organizada por género. Para ello son necesarias las cuotas y la búsqueda de la participación, la democracia debe entenderse como igualdad política, sino hay igualdad política no hay democracia, y no se trata de un tema de imagen, la democracia exige proporcionalidad.
Tenemos ejemplos en la construcción de nuevas instituciones. Ruanda tiene actualmente un parlamento con un 64% de mujeres. Una institución nacida en situación de posconflicto en la que la constitución, del año 2003, reserva un 30% de los escaños en las mujeres. A nivel de representación política el salto ha sido importante pero esto no tiene una traducción en la sociedad, en un cambio de las relaciones de género en el país. (De hecho Ruanda es uno de los países con una de las tasas más altas de violencia de género).
Otro ejemplo es el nuevo parlamento escocés, tras el referéndum de 1997 en el que se dio un amplio apoyo a su recuperación. Se pusieron las bases para que fuera un nuevo tipo de institución en el acceso y la participación, la igualdad de oportunidades, la transparencia y el empoderamiento compartido. La proporción de mujeres representantes en el parlamento Escocés tuvo su punto álgido en 2003 con un 40%, aunque este porcentaje ha ido descendiendo y esto muestra como afirmó Phillips «que cada paso adelante debe quedar bien anclado, aunque las cifras no lo dicen todo». Para Phillips el corazón de la democracia es la igualdad en el proceso de decisión política.
El republicanismo está asociado a la búsqueda del bien común así como del buen gobierno «Cuando las preocupaciones de las mujeres se incorporen en el bien común entonces podremos dejar de preocuparnos de «lo» de las mujeres», en cambio el neoliberalismo fortalece idea de satisfacción en el interés privado, sin pensar en colectivo.
El republicanismo aboga por la participación activa, la libertad como autogobierno, y la calidad de la vida pública. Por ello Phillips insistió en que no se pueden dejar las soluciones de las desigualdades en manos de los más privilegiados, ni que quieran hablar en nombre de los menos privilegiados.
La conexión entre feminismo y republicanismo es la alta participación democrática y la política participativa activa. Hay que reflexionar sobre las tensiones entre democracia, republicanismo y feminismo: el republicanismo y el feminismo refuerzan – y se refuerzan- la concepción de ciudadanía activa y de participación política. En este sentido hay que tener en cuenta cómo se han vivido algunos movimientos por la restricción de libertades a colectivos concretos (por ejemplo la prohibición del velo en Francia) donde la confluencia de los valores republicanos y objetivos feministas vieron como necesarios, pero que han acabado mostrando que han sido excluyentes. Hay que tener en cuenta la diversidad de voces, necesidades y propuestas y como rechazar la homogeneización de la ciudadanía, de las ciudadanas, para seguir avanzando.