“Soy de nacionalidad francesa; pero también me siento culturalmente marroquí e, inclusive, en muchos aspectos, barcelonesa. He tenido la suerte de conocer, disfrutar y formarme en una doble cultura. Es por eso que yo, ahora, quiero mostrar lo positivo de la inmigración”.
Fotos de: Món Comunicació
Las palabras de Fátima Sounssi, que nació en Marruecos y que a los ochos años se trasladó a París, expresan claramente que muchas personas pueden sentirse de diversos sitios a la vez y que no pueden elegir uno u otro. En París, Fátima se licenció en Lenguas Extranjeras Aplicadas y también se diplomó en Marketing. Trabajó durante más de diez años en el sector de telecomunicaciones y allí conoció a un vasco que más tarde se convertiría en su esposo. Ya casada y con dos hijos, se trasladó a Barcelona para desarrollar una interesante tarea como emprendedora cultural. Fátima es la protagonista del segundo perfil que publicamos, en coproducción con la Asociació Món Comnicació, sobre las nuevas catalanas “líderes” en sus respectivos ámbitos.
Echaba en falta los colores y la diversidad cultural
Cuando en septiembre de 1999 Fátima llegó a Barcelona, le impactó mucho la avenida Diagonal, tan larga, con sus casas modernistas, e, inclusive, la encontró exótica, con sus palmeras “que para mí son el símbolo del desierto, de lugares situados más al sur”.
“También me resultó extraño que aquí se celebre la festividad de Reyes casi más que Navidad; pero, sobre todo, me pareció un país monocolor. Echaba en falta colores, olores, diversidad de culturas”, explica.
Decidió venir a Cataluña a raíz de un cambio de vida que surgió más bien por casualidad. “Mi marido y yo vivíamos en París. A él le ofrecieron un trabajo interesante en Barcelona y yo tenía ganas de conocer otra ciudad; en París estaba acostumbrada a estar con gente de todo el mundo: paquistaníes, chinos, tibetanos, marroquíes, argelinos… Para mí, pasar del barrio judío al barrio árabe o al barrio chino era totalmente normal y corriente”.
“Barcelona me encantó, pero eché en falta alguna cosa. Poco a poco me di cuenta de que comenzaba a buscar sitios que me recordaran la multiculturalidad de París: un restaurant paquistaní, un espacio donde practicar tai chi o donde recibir un masaje ayurvédico”. Entonces, Fátima comenzó a pensar y a buscar una actividad con la cual pudiera fomentar el conocimiento de la multiculturalidad: “Si yo necesitaba este tipo de información, podría ser que también les pasara lo mismo a otras personas”, así va ser cómo creó la empresa “Atmósfera Oriental”.
Ejes de la presencia oriental: gastronomía, cultura y arte
Su primer proyecto fue la web de Atmósfera Oriental, un medio de divulgación de las ofertas económicas y culturales orientales en España, que creó con el objetivo de mostrar la presencia oriental a través de tres ejes: la gastronomía, la cultura y el arte. “Considero que estos ejes constituyen las principales vías de conocimiento de una cultura, son espacios de encuentro con los otros”, comenta. En la web se anuncian ofertas diversas de todo el Estado Español y quienes tienen un negocio pueden promocionarse en ella, ya sea de manera gratuita, obteniendo un espacio reducido, o pagando, a cambio de un espacio donde se muestra un perfil más completo. La web además incluye una agenda de eventos culturales.
Fátima destaca, de este espacio, el diccionario con el cual se intenta explicar conceptos como el budismo o el islam y también aparecen personajes, músicos o literatos conocidos. Es un espacio dinámico que se puede consultar de manera abierta y una base de datos, a la cual Fátima, reconoce, le dedica menos tiempo del que quisiera.
Poco a poco, Fátima ha visto derivar su actividad hacia campos donde puede ayudar a la gente, en la medida de sus posibilidades, dando consejos y orientación, así se ha ido acercando cada vez más al mundo asociativo y de las mujeres. Hace tres años se apuntó a una lista en línea de mujeres ejecutivas y profesionales, EOL, y descubrió el inmenso trabajo que hacían las mujeres y las asociaciones de mujeres en el campo que más le interesaba: la promoción de otros puntos de vista. “La idea es enviar un mensaje que diga que la inmigración no quiere decir gente que viene de fuera para quitar el trabajo o el pan de la boca”.
Lo que pasa, según ella, es que se ve mucho más la parte negativa que la positiva. Es por eso que le agrada mostrar lo que tiene de positivo la inmigración y el mundo asociativo le permitió desarrollar este objetivo. El año 2008 constituyó, con dos socios más, la Asociación Orientalia para la Fusión Cultural que, como uno de sus proyectos más importantes, llevó a cabo el Festival El Món a Barcelona donde además colaboraron asociaciones de inmigrantes de diferentes orígenes en Barcelona.
El mundo de Orientalia
Bajo el paraguas de Orientalia, comenzó a tener contacto con otras asociaciones, entre ellas Interculturalitat i Convivència, que fomenta la convivencia con las personas mayores. Con esta entidad y otras pequeñas asociaciones de diferentes comunidades (china, africana, rusa y eslava, entre otras) promovió una coordinadora que ya ha llevado adelante dos ediciones del Festival El Món a Barcelona. Orientalia es ahora el motor de este proyecto al cual Fátima describe como “un espacio, un evento multicultural y multicolor que acerca a las personas, donde, por ejemplo, mujeres paquistaníes hablan con mujeres del Senegal, se acercan y finalmente, poco a poco, descubren la cultura de una y la otra”.
Los ejes del festival son de nuevo la gastronomía, la cultura y el arte. Se llevan a cabo de diversas actividades, como exposiciones y talleres, y también conciertos donde participan músicos de diferentes partes del mundo residentes en Barcelona, a los que se les proporciona un espacio privilegiado para darse a conocer, el de la Plaça del Rei.
Orientalia también ofrece un servicio de catering para los eventos especiales y trabajan mucho con Asefor (Associació de Dones Pakistaneses) y también con las mujeres coreanas.
El año 2009, el Museo d’Història de Barcelona hizo un llamado a las asociaciones de inmigrantes de la ciudad, entre ellas Orientalia, con tal de acercar a las comunidades extranjeras al patrimonio arquitectónico de Barcelona. A partir de entonces han desarrollado una colaboración que ido creciendo. El año pasado organizaron una serie de visitas a diferentes espacios de la ciudad, donde el museo puso a su disposición unas guías para el recorrido y “nosotros hemos encontrado a personas que quisiesen ver estos espacios, como ahora la exposición sobre Cerdà donde se aprovechó para comparar el crecimiento de Barcelona con el de otras ciudades mediterráneas, como Tánger o El Cairo que vivieron una apertura semejante y que luego, por diferentes razones, han seguido otro camino”.
Construyendo un marco de convivencia conjunta
Fátima cree que ha contribuido a mostrar otra cara de la inmigración marroquí: “Soy hija de una inmigrante marroquí y me considero ahora ciudadana barcelonesa y, por eso, quiero crear un espacio de encuentro entre los barceloneses y barcelonesas y las personas provenientes de otros lugares del mundo, encuentro de culturas y de respeto en la convivencia”.
“Aquí es frecuente ver a la inmigración como una ola de recién llegados con costumbres diferentes y eso se vive como una especie de confrontación. Una vez un taxista me decía: ‘No entiendo a los árabes, que en la mezquita besen la tierra, qué bestialidad’. No se puede hablar de lo que no se conoce y hay mucha tarea que hacer en este sentido”, expresa Fátima de manera contundente.
La entrevistada remarca también que además hay trabajo por hacer con las personas inmigrantes, quienes “también deben hacer un esfuerzo por adaptarse y conocer las costumbres y el idioma, tienen derechos y también tiene obligaciones y deben conocer las leyes del país y respetarlas”.
“Bienvenida la inmigración, que aporta mucho, siempre que estemos todos de acuerdo y funcionemos con las mismas reglas, sin desigualdades y dentro de un marco de convivencia construido de manera conjunta”.