Al respecto de la relación de la mujer con la Iglesia, (tema mencionado por Rosa Regás en su libro “Desgracia de ser mujer” y en el artículo con el mismo título en La Independent), en Italia han sido publicados por una joven escritora dos libros que exploran aspectos conocidos y otros menos conocidos del tema. Son “La Accabdora” y “Ave Mary”
La novela de Michela Murgia, “La Accabadora”, ambientada en un pueblito tradicional de la Cerdeña, donde ella misma nació hace 39 años, después de haber ganado el Premio Campiello 2010, ha traspasado las fronteras nacionales y ha sido editada en castellano por Salamandra y en catalán por Proa. En ella se cuenta la historia de una mujer que ayuda los enfermos terminales a morir, según una tradición secreta de la isla: una forma de eutanasia socialmente aceptada, de “pietas” que prevalece sobre las estrictas reglas morales dictadas por las jerarquías eclesiales sobre la vida y la muerte.
En su segundo libro, “Ave Mary”, Murgia, que ha hecho también estudios teológicos, analiza como se desarrolló históricamente el modelo de familia en el mundo cristiano, y se pregunta cuánta influencia puede tener sobre la persistencia del fenómeno de la violencia sexista en Italia. Según un estudio del ISTAT (Instituto Nacional de Estadística) realizado en 2007, serían 4 sobre 10, las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia, la mayoría a msnos de familiares hombres, pero no los han denunciado.
¿Cómo es posible que en Italia también mujeres cultas y económicamente independientes acepten hoy en día ser maltratadas emocional o físicamente? Se pregunta Murgia. ¿Por qué los periódicos hablan con frecuencia de “delito pasional” cuando se mata una mujer, y la violencia sexual era considerada hasta el 96 en las leyes italianas como un delito “contra la moral”, y no “contra la persona”? Aun cuando sólo el 30 por ciento de los italianos se declaren practicantes, el 80 por ciento de las bodas se celebran en la iglesia. Hasta la reforma del derecho de familia en 1975, en tema del “deber conyugal”, que valía para los dos, la mujer no podía negarse al marido, y en general, la mujer ha sido educada para ser amable y complaciente. En la última generación las cosas han cambiado, pero a nivel oficial hay un evidente retraso. Por siglos se ha transmitido la esquizofrenia presente en el “De bono coniugali”, de San Agustín, por el cual la esposa debe concederse al marido como remedio a la concupiscencia masculina, pero el sexo no debe interesarle. No todos y todas saben que el ritual del matrimonio se estructuró poco a poco a lo largo de los siglos, y se volvió sacramento solo en 1563, con el Concilio de Trento: o sea el matrimonio, como lo conocemos, existe solo desde 500 años.
Hasta ahora, la jerarquía eclesial no admite el divorcio, y quien se separa no debería tener otras relaciones, pues en este caso no puede comulgar. Un asesino arrepentido, en cambio, sí. Por suerte hasta el mismo presidente de la Pontificia Comisión de la Familia, el cardenal Ennio Antonelli, admite que quien busca el bien puede encontrar a Dios aun fuera de los sacramentos. De todas maneras, hay evidencias que son pocos en Italia los que siguen al pie de letra la moral sexual de la Iglesia, sin hablar del exceso de tolerancia de gran parte de la ciudadanía y de las jerarquías eclesiales frente al hiper sexualismo machista del ex premier Berlusconi.
Es cierto, afirma Murgia, que no ha sido el cristianismo a inventar la supuesta inferioridad de la mujer en el matrimonio, sin embargo los Padres de la Iglesia, frente a la visión liberadora del Cristo que proclamaba la exaltación de los humildes, los pobres y oprimidos, versus los poderosos y los fariseos hipócritas, tenían la posibilidad de renovar también la relación Hombre y Mujer, y no lo hicieron.
Hubo que llegar a nuestros tiempos, cuando la reflexión feminista y el progreso de los derechos civiles llevaron el Estado a reformular el derecho de familia.
Y ¿como se originó esta tan sonada subordinación de la mujer? En los primeros siglos de la Iglesia, hablando de la culpa original, Pablo de Tarso mencionaba la responsabilidad tanto de Eva como de Adán, pero el clima cultural en que los Padres de la Iglesia establecieron las pautas del cristianismo era misógino, y Eva se volvió la mala de la película, la madre de todos los males. A la pareja de pecadores (Adán y Eva) se contrapusieron las figuras de María y Jesús, que salvaba del pecado. Jesús con su muerte injusta y dolorosa, se volvió el héroe de los pobres y los que sufren. En la época más dura de la Edad Media, apareció la “Imitación de Cristo”, una obra de autor incierto pero muy difundida, que en vez de exaltar la resurrección, sublimó el dolor y vio la vida como lugar de mortificación y, por ende, de elevación. En el arte han sido exaltados los sufrimientos de Cristo, con gran profusión de coronas de espinas, y por siglos los santos han sido solo mártires estoicos. Cuanto a las mujeres, el dicho bíblico “Parirás con dolor” ha resistido también a los inventos científicos como la inyección epidural, (1930) parcialmente justificada por Pio XII en 1956, pero que hasta ahora se practica solo en el 8% de los partos italianos, frente al 30 o 60% en otros países. La chica del sí al ángel y al plan divino, María de Nazareth, se ha vuelto símbolo del eterno “sí” de las mujeres al matrimonio para tener reconocimiento social, sí al sexo con el legítimo esposo cuando él quería y a todos los embarazos, sí al cura que te confesaba y al que debías obediencia.
A lo largo de los siglos el sentido de culpa inherente a la condición de mujer por ser descendientes de la que fue responsable de la perdición humana ha hecho las mujeres católicas más dispuesta a asumir cargas de dolor, esfuerzo, responsabilidad; se las ha visto como las encargadas “por naturaleza” del cuidado de niños, enfermos y ancianos.
Foto carátula La Accabadora. Einaudi 2010
Sin embargo no se ha suficientemente entendido, afirma Murgia, la carga subversiva del sí de María de Nazareth, que rompió con las reglas de su tiempo, no avisando ni al padre ni al novio, (según el evangelio de Luca), de su misterioso embarazo. También en unas cuantas notas de los evangelios oficiales se entiende como la actitud de Jesús hacia las mujeres fuera anticonformista, y llegara a escandalizar a los hipócritas judíos. Fue María quien le aconsejó hacer su primer milagro, y había mujeres que lo seguían juntos a los discípulos en su predicación, y unas mujeres lo siguieron hasta la cruz y descubrieron su tumba vacía.
Pero el cristianismo, como lo conocemos, ha sido construido y transmitido a lo largo de los siglos por personas en carne y hueso, que eligieron cuáles aspectos y preceptos convenía reforzar y cuáles no, según criterios muchas veces más terrenales que celestes, como reforzar el poder económico y la influencia de la Iglesia en la sociedad. El movimiento feminista se ha desarrollado al margen de la comunidad cristiana porque habla de temas como la libertad sexual y la superación de roles forzados, que no han encontrado suficiente eco en la Iglesia. Sin embargo, mientras las mujeres siguen sin poder acceder al sacerdocio, las teólogas feministas, apoyándose también en conocimientos lingüísticos, encuentran en la Biblia y los Evangelios, (oficiales o apócrifos) interpretaciones más favorables a la mujer.
Y el debate sigue más abierto que nunca, para llegar a conquistar también en este campo, la otra mitad del cielo.