miércoles 24 abril 2024

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En el mundo literario, machismo a raudales

No sé ustedes, pero yo por mucho que lo intento no acabo de acostumbrarme. Paseo por la bella ciudad de Barcelona, que respira modernidad y progreso; veo películas donde se tratan sin tapujos temas de actualidad; en las librerías escojo mis lecturas entre un amplio abanico; escucho debates interesantes en la televisión –con cuidado de no errar los canales- donde hombres y mujeres parecen hablar en igualdad de condiciones. Y en cambio, cuando me topo con las páginas dedicadas a la literatura en los suplementos culturales, con las revistas especializadas, cuando voy a la presentación de un libro, a una mesa redonda, a un festival literario… no encuentro más que señores y, de vez en cuando, a alguna mujer en tan franca minoría que dan ganas de acompañarla en el sentimiento… ¡de soledad!


Pasan los años y sigo sin entender por qué para oír sus voces tengo que recurrir a encuentros dedicados específicamente a las mujeres, a revistas hechas por mujeres… Como si lo que ellas dicen, decimos, sólo interesara a las propias mujeres; como si el sexo de un individuo determinara tanto las fuentes de su aprendizaje como el destino de su maestría. Si ya ha quedado bastante claro que hombres y mujeres somos iguales frente a la ley, que tenemos los mismos derechos, ¿a qué viene creer a estas alturas que sólo nos leemos entre nosotras? ¿Cómo se justifica que culturalmente el 50% de la población sea aún relegada a una tarea menor, subsidiaria?

A menudo me pregunto si el mundo literario actual y sus diferentes agentes han quedado anclados en una prehistoria anterior al 1929 de Una habitación propia de Virginia Woolf, al 1937 en que Mercè Rodoreda recibió por Aloma el premio Crexells o al 1944 en que una jovencísima Carmen Laforet ganó el premio Nadal con la novela Nada. Quizás la biblioteca de los críticos literarios y de los gestores culturales es muy diferente de la mía, a pesar de que en la mía también están todos los que sí salen en los papeles. Ignoro este “detalle”; no soy ni miss Marple ni el comisario Maigret.

Lo que sí sé es que, incluidos estos destacados hitos que he citado, para ellos parece no existir nada escrito por mano de mujer que valga realmente la pena, o en todo caso cuatro o cinco cositas que parece que les sirven para llenar el cupo de lo políticamente correcto y que tratan siempre con una gran condescendencia, relegándolas a la página izquierda del periódico y a ser posible sin foto. ¿Acaso lo que pasa es que no leen nunca a las escritoras y no saben cómo disimular su ignorancia? Es probable.

Para evitar que alguien piense que exagero, pondré dos ejemplos bien claros y actuales: una historia de la literatura recién salida del horno y un célebre festival barcelonés celebrado la semana pasada. Los dos casos claman al cielo.

Una historia de la literatura muy poco femenina

Tengo encima de la mesa el último volumen publicado de la Historia de la literatura española de la Editorial Crítica (Grupo Planeta) dirigida por el Prof. José Carlos-Mainer: Derrota y restitución de la modernidad 1939-2010. Lo firman los profesores Jordi Gracia (U.B.) y Domingo Ródenas (Pompeu Fabra), ambos en la cuarentena y de gran validez intelectual, así como críticos de actualidad literaria en diarios de renombre. El trabajo es gigantesco y en un primer repaso parece muy bien hecho, pero resulta que las ausencias son flagrantes y el trato que da a la literatura hecha por mujeres bastante vergonzoso.

Yo, que también estoy en la cuarentena, que casualmente he estudiado en la misma facultad que ellos y que también hago crítica en un diario de alcance nacional, miro el índice del grueso volumen en cuestión y no salgo de mi asombro. ¿Realmente mi percepción de la historia literaria del siglo XX -año arriba, año abajo- es tan diferente de la suya? Sé por su trabajo anterior que los libros escritos por mujeres no son ni de lejos su principal interés, pero de ahí a que las autoras sean en este artefacto de 1.180 páginas como agujas en un pajar hay un buen trecho.

Entonces me pregunto si una historia de la literatura debe responder a criterios de objetividad o ser un producto partidista y sectario, y me digo que sin duda su principal cualidad debe ser la imparcialidad. Pero este no es el caso, ni mucho menos. Eso sí, sigue al pie de la letra, sin desviarse ni un milímetro, el dictado de los tiempos patriarcales que vivimos, del mismo modo que podría pecar de homofobia y no ser consciente.

¿Hay mala fe en sus carencias? Sinceramente no lo creo. Me digo que es sin duda la ignorancia lo que mueve un producto deficitario como este, que recién publicado es ya obsoleto. Tiene que haber pasado por muchas manos antes de llegar a la imprenta, alguien tendría que haberse dado cuenta. ¿Cómo si no explicar que en la selección de textos que acompaña el ensayo, entre un total de 85, haya tan sólo 5 firmados por mujeres? ¡Hablamos de un 6%! Causa pavor… Evidentemente, no sólo no hay ni una reflexión dedicada al progresivo empoderamiento de las mujeres desde la llegada de la democracia, sino que incurre en graves agravios.

Encuentro una perla digna de ser reproducida aquí: “La exploración de la condición y la experiencia femeninas han constituido el contexto, e incluso el objeto, de la obra de bastantes escritoras aparecidas en los años ochenta y noventa, como Nuria Amat, Clara Sánchez, Mercedes Abad, Almudena Grandes, Lucía Etxebarría, Laura Freixas o, en el siglo XXI, como Ángela Vallvey, Espido Freire, Cristina Grande, Marta Sanz, Elvira Lindo o Luisa Castro” (pg.784). Imaginemos por un momento un párrafo que empezara diciendo: “La exploración de la condición y la experiencia masculinas…” y citara a Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Javier Tomeo, Enrique Vila-Matas y Javier Marías. Todos sabemos que uno acostumbra a escribir de lo que conoce y que estos autores escriben obras generalmente, por no decir siempre, con protagonista masculino, pero eso no justifica ser más burro que un crítico casposo que hace una reseña tan caduca como él. ¡Esto es una historia de la literatura, no un trabajo de instituto, y tiene que durar una generación!

¿Desconocen los autores la existencia de los estudios de género, ignoran que se espera de ellos que estén liberados de prejuicios y condicionamientos externos? Lo mismo que hacen cuando analizan el legado literario de la posguerra (en plena dictadura), dando una lectura bien distinta de la que imperaba en esos años oscuros, es lo que se espera del resto de su trabajo.

No puede ser en modo alguno que dos tareas de recuperación filológica tan importantes como los recuerdos de Carmen Baroja o las memorias de María Martínez Sierra, fundamentales para entender la condición de la mujer escritora en la primera mitad del XX, no sean ni mencionadas en este volumen. No puede ser que autoras nacidas en Hispanoamérica pero nacionalizadas aquí, donde viven desde hace cuarenta años, como Cristina Peri Rossi o Flavia Company, no salgan en ninguna parte, en ninguna parte, mientras que sí lo hacen y abundantemente otros en su misma situación como por ejemplo el joven Andrés Neuman. ¡Que las dos forman parte de nuestro ecosistema literario, que tienen obras muy sólidas y muy por encima de la media, que han ganado premios importantes! No puede ser que a una pionera de la metaliteratura y de la hibridación de géneros como Nuria Amat (reciente premio Ramon Llull) se le dediquen cinco míseras líneas… La lista de cagadas es tan larga que no doy abasto.

Me habría conformado con que los autores fueran fieles a su título y no traicionaran su propia solapa: “Este volumen entiende el presente como la victoria de la cultura española moderna frente al retroceso de la guerra civil e invita a leer la aventura literaria de los últimos setenta años como un impulso de restitución de lo abortado en 1939”. Se han lucido, pues por lo que se desprende de su libro en la época de la República las mujeres estábamos mucho mejor.

 

En Kosmopolis 2011 usamos Floid

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Festival Kosmopolis


En cuanto al festival literario mencionado, celebrado el 24, 25 y 26 de mayo en el CCCB de Barcelona (un centro en muchos aspectos ejemplar), la lista de participantes invita a la desolación en lo que a igualdad de género se refiere. A pesar de existir una ley del 2007 que obliga a “promover la presencia equilibrada de mujeres y hombres en la oferta artística y cultural pública” (artículo 26 del capítulo II de la Ley de Igualdad), la realidad es otra y bien lamentable.

De una institución privada nos lo podemos esperar todo, pero de un consorcio público creado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación… Las cifras son estas: de 81 participantes, sólo 18 mujeres (que sean números capicúas parece una broma de mal gusto). Un 22% de mujeres en un festival donde las grandes figuras eran todas masculinas (Magris, Baricco, McEwan, Manuel Vicent, Joan Margarit…) y donde cada sesión huele básicamente a after shave. En una institución pública, insisto, y como norma año tras año. ¿Qué podemos hacer? ¿Boicotearla, no ir nunca más? Prefiero escribir este artículo y pedirles que se lo piensen, que no lo están haciendo bien, por no decirles que violan descaradamente la ley.

Diré también que ahora mismo en el CCCB se puede ver una exposición titulada “La Trieste de Magris”, sin duda espléndida. Allí mismo recuerdo haber visto la Lisboa de Pessoa, la Praga de Kafka… ¿Para cuándo el Londres de Virginia Woolf, el París de Marguerite Duras, la Cracovia de Szymborska?

Conclusión

A pesar de los grandes avances sociales en cuestión de igualdad de género, la falta de paridad se está perpetuando de un modo muy peligroso en el mundo literario, uno de los ejes vertebradores del sector cultural. ¿Puede permitirse este país una visión androcéntrica tan descarada y desacomplejada en un sector tan delicado para la construcción del imaginario colectivo?

Srs. de mundo de la cultura (y Sras. allí donde las hayan dejado llegar), por favor, no volvamos al tiempo en que para ser reconocidas como escritoras las mujeres tenían que llamarse Fernán Caballero o George Sand. Tomemos con carácter de urgencia las riendas de una imperiosa carrera hacia la igualdad en el mundo literario o ya no podremos detener la involución.

Mª ÁNGELES CABRÉ (Barcelona, 1968) es escritora y crítica literaria. Actualmente colabora en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia y en la revista Letras Libres. Es socia de Clásicas y Modernas (Asociación para la igualdad de género en la cultura).

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