El Círculo de Bellas Artes, que ha sido también el espacio en el que se expuso la obra artística PourQuoi?, basada en el relato de la periodista congoleña Caddy Adzuba, acogió el viernes a integrantes y representantes de organizaciones como Éxodo.org, Pour Quoi?, CBA de Madrid, Comité de Solidaridad con el África Negra, Fundación Mainel, I. U. de Estudios de Género UC3M, Unidad de Igualdad UCM y CELEM.
En sus intervenciones, las personas que representaron a algunas de estas organizaciones destacaron que si bien es fundamental señalar y actuar frente a las consecuencias del conflicto que se vive en Congo, también es importante operar ante sus causas. Causas variadas y complejas, pero entre las que encontramos como elemento decisivo el expolio continuado de los recursos minerales. Las multinacionales que usan estos recursos para crear tecnología no pueden mirar para otro lado: la explotación se realiza de una forma violenta.
En ese sentido se recordó que Estados Unidos cuenta con una normativa, que obliga a las empresas que cotizan en bolsa a demostrar que sus intervenciones se realizan de manera responsable -más allá de que en su aplicación hay luces y sombras – y que en Europa se está tratando de conseguir una ley parecida que, de momento, sin embargo, solo se ha traducido en una serie de recomendaciones –no obligan- para las organizaciones empresariales. “Es una hipocresía no exigir a nuestras empresas que actúen con ética en esos países y luego, destinar fondos al desarrollo y la defensa de los derechos humanos”, advirtió Jorge, de la Fundación Mainel.
Violencia machista
Una emotiva intervención de Ouka Leele enlazó la celebración del premio con un “homenaje a todas las víctimas de violencia machista”. Una violencia que representa la violación de los derechos humanos y una forma extrema de desigualdad que queda en muchos casos impune.
La artista y fotógrafa, que tras conocer a Caddy, puso en marcha ’Un banquete cruel. Pourquoi?’, una obra en la que denuncia las atrocidades cometidas contra las más de 500.000 mujeres víctimas de la violencia sexual en Congo, enfatizó en la necesidad de exigir que se cumplan la Resolución 1325 del año 2000 y de la Resolución 1848 del año 2008 aprobadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que insta a la protección de las mujeres y niñas en los conflictos y a la inclusión de una perspectiva de género en los mecanismos de prevención, gestión y resolución de los mismos.
“Esa es la lucha de Caddy. Que se cumplan esas resoluciones, que la mujer deje de ser campo de batalla y que tengamos la dignidad de llamarnos seres humanos”, dijo Ouka Leele.
Datos del conflicto
Según los datos oficiales, tras 16 años de conflicto en el este de la República Democrática del Congo, han muerto más de 6 millones de personas y 500.000 mujeres han sido violadas, con edades que van entre los 2 y los 70 años. Las mujeres sufren violaciones de forma metódica, sistemática y masiva. Su cuerpo se ha convertido en un campo de batalla más. Se trata de un arma de guerra que destruye el tejido social y económico, ya que las mujeres entre tanta violencia y miseria a causa de la guerra, son capaces de sacar adelante a las familias. De esta manera, tras violaciones de extremada crueldad que las dejan rotas física y emocionalmente, ellas ya no pueden continuar.
Las violaciones se llegan incluso a producir delante de los hijos y padres de las mujeres y niñas. Se obliga a hijos y padres a violar delante del resto de la familia a las mujeres, bajo amenaza de muerte contra ellos y sus seres queridos. Se introducen en los órganos sexuales de las mujeres todo tipo de utensilios (armas, cuchillos, troncos de madera…) para degradar y dañar de forma irreversible su cuerpo y su dignidad. La RDC ha sido definida como la capital mundial de las violaciones.
Estas cifras “oficiales” indican que la situación es atroz, espeluznante, porque además hay mucha violencia oculta, ya que no es fácil denunciar. Y se sigue cometiendo esta violencia extrema gracias a la total impunidad de que gozan los violadores y a la pasividad de la comunidad internacional.
Caddy Adzuba ha dedicado su vida y profesión a exigir que se cumplan las resoluciones 1325 y 1848 y a denunciar la impunidad de los altos responsables que la vulneran. Pero solo una presión social movilizará las voluntades políticas necesarias para provocar cambios efectivos en la agenda institucional internacional..