OPINIÓN
Todavía no se ha incorporado a la educación reglada una materia amplia que incluyera todos los asuntos relacionados con la desigualdad entre los sexos, que es la base de muchos de los problemas no resueltos que hoy se arrastran, y ya empiezan a tomarse iniciativas para recortar estas enseñanzas.
En Murcia ya se han dado instrucciones a las escuelas e institutos para que los padres tengan que autorizar la asistencia de sus hijos e hijas a las actividades no curriculares, especialmente temerosas de que se les esté “adoctrinando” con la denominada ideología de género.
Estas prevenciones ya se habían puesto de manifiesto en muchos otros países con iniciativas tan extendidas como la campaña “Con mis hijos no te metas” que tuvo una amplísima difusión en Perú en 2017 a través de Twitter, pero también en otros países como Ecuador, Colombia (donde hay que recordar que el Referéndum por la paz de 2016 se perdió, entre otras razones, por el miedo que despertaba la influencia de la ideología de género) y España, donde Hazte Oír recupera de alguna manera esa idea con el lema “Dejad a los niños en paz”.
Hay que coger el toro por los cuernos en lugar de rasgarnos las vestiduras. Quienes estamos convencidas de que el estudio escolar y académico del patriarcado y la desigualdad entre hombres y mujeres que de él se deriva es imprescindible para superar múltiples problemas sociales (entre otros muchos, la violencia contra las mujeres, la utilización de su capacidad reproductiva, la feminización de la pobreza, el control de la sexualidad femenina, la trata y la prostitución, la mutilación genital, la infrarrepresentación política y económica, la cosificación del cuerpo de las mujeres, la pornografía, etc.) no podemos dejar de reflexionar sobre las razones del por qué se está produciendo esta involución planetaria y esta reacción contra la igualdad.
Habría que preguntarse si la fragmentación que se está produciendo dentro del feminismo –con la proliferación de los llamados feminismos– el desplazamiento de las reivindicaciones hacia cuestiones relativas a las identidades de género, la extensión de teorías más confusas que clarificadoras, la deslegitimación del feminismo más clásico, entre otros factores, no están provocando un desconcierto en amplios sectores de la sociedad, que podría repercutir en un retroceso de los avances conseguidos en materia de igualdad entre hombres y mujeres.
También habría que preguntarse a quien beneficia esta confusión, y por qué justamente ahora en que el feminismo había sido aceptado por la mayor parte de la sociedad parece que haya grupos empeñados en dinamitarlo.