OPINIÓN
Ahora ha hecho tres años del solemne compromiso de las candidaturas municipales para hacer frente al fascismo y la xenofobia. Eran tiempos pre-electorales y la presencia de los partidos anclados en la intolerancia y el discurso del odio se había infiltrado en nuestras instituciones democráticas.
Su discurso perverso se hacía sentir y, en algunos lugares, sus acciones provocaron actitudes de respuesta bien valientes. También en Igualada.
Una respuesta ejemplar
Estos días ha hecho cuatro años de aquella respuesta cívica ejemplar frente la provocación de Plataforma por Cataluña que hacía campaña para recoger alimentos “sólo por la gente de casa”. Recordemos como, convocados por la Fundación Socio-Cultural ATLAS, una buena multitud de personas, mayoritariamente mujeres, aportaron alimentos a la recogida con destino excluyente que se hacía.
Muchas eran magrebíes, sí, pero también chilenas, peruanas, colombianas, argelinas y “autóctonas”, todas ellas “de casa”. Mostraron su solidaridad hacia las personas que lo necesitan sin ningún tipo de discriminación, discriminación que sí reciben muchas de estas personas en propia piel y en su día a día.
Una a una iban dejando lo que llevaban a las Cajas de la parada que había, respondiendo con un educadísimo “no gracias” a la “recompensa” que se les ofrecía -a modo de mofa- pues se trataba de un bocado de pan con jamón que pretendidamente debía ser un factor disuasorio para las personas de religión musulmana. Sin embargo, todo el mundo llevaba un rótulo donde, en diferentes idiomas y colores, se afirmaba: “Yo también soy de Igualada”.
Una declaración institucional
Ahora también ha hecho tres años de la “Declaración Institucional contra el fascismo y la xenofobia” que, con toda solemnidad, firmaron públicamente los representantes de las diferentes candidaturas que se presentaban a las elecciones municipales del 24 de mayo de 2015, así como también otros cargos electos como diputados, etc …
Se comprometían: a no utilizar discursos xenófobos, ni quedarse en silencio si otros lo hacen. Para que la experiencia de otros países europeos demuestra claramente que, cuando los partidos establecidos no combaten las ideas xenófobas -o aún peor, cuando las fomenten- a la larga no quedan apoyo a la xenofobia y al fascismo sino que el normalizan y el fortalecen. Y también se comprometían a no pactar con formaciones xenófobas bajo ninguna circunstancia, dado que la defensa de los valores democráticos siempre debe prevalecer sobre los intereses de partido, sea cual sea la coyuntura del momento.
En los últimos tiempos hemos visto como los que son partidarios del discurso del odio han salido de la madriguera donde estaban escondidos y amenazan la vida del día a día de una sociedad que sólo aspira a vivir y convivir en paz y respeto a la diversidad cultural de su ciudadanía.
Hemos visto también cómo han disfrutado de una cierta impunidad mientras que ciudadanos de pie plano, cantantes, artistas y -sobre todo- representantes políticos elegidos democráticamente por la población, han sido tratados de delincuentes. Se tergiversan las palabras y los conceptos, quién es claramente víctima de una acción violenta, debido a un falso argumentario imaginario o inventado, casi termina convirtiéndose en el verdugo. Estos hechos se muestran particularmente en las agresiones a las mujeres, que siempre tienen que demostrar que no han sido las que han provocado o que no se han resistido bastante. Quien se cree en derechos superiores no duda en aplastar quien considera inferior. Es una actitud de defensa del cobarde, pisar y ofender para hacerse valer.
Cambio de actitudes
No sé si, con el cambio de gobierno a nivel del Estado, y la formación de un gobierno en la Generalitat notaremos una recesión de esta tendencia al alza de los valores más negros que pensábamos ya habíamos dejado atrás (si menos, la actitud de recibir en Valencia el barco de refugiados qué auxilio ha denegado Italia ya es un gesto positivo).
La vulneración de derechos bien elementales no afecta única y exclusivamente a los representantes políticos que sufren persecución y cárcel, sino -a menudo- a ciudadanos sin ninguna significación especial, personas que siempre estarán en una situación de indefensión, y ni que decir, sectores de la población especialmente vulnerables.
Renovar nuestros votos
Más que nunca deberíamos renovar hoy lo que deberían ser nuestros votos, un compromiso permanente con los derechos humanos, una contundencia para denunciar lo que supone claramente un abuso desde la prepotencia de la fuerza, o desde una presunción de superioridad .
Sólo desde la complicidad global del conjunto de la sociedad, de sus representantes políticos y sociales dando ejemplo de valores democráticos en primer término, sin abdicar nadie de este compromiso ciudadano, podremos erradicar esta epidemia que nos amenaza de volver a los años más negros de nuestra historia.
