OPINIÓN
Estamos viviendo tiempos muy convulsos tanto a nivel político, como emocional, porque todo el personal es político.
Que la derecha y la ultraderecha estén ganando espacio en Europa en medio de una guerra, no es buena noticia.
Que en Gran Bretaña la Primera Ministra vaya de error en error, después de una etapa tan dura y extraña como la de Boris Johnson, tampoco es buena noticia.
Que Putin haya planteado referendos para anexionarse parte del territorio ucraniano tampoco es para lanzar cohetes de alegría y que, además tenga un submarino cargado con armas nucleares navegando por el Báltico, es como para meterle los pelos de punta a cualquiera .
Que Ucrania esté financiando parte de la guerra gracias a la explotación reproductiva de las mujeres más empobrecidas y que, además, esté acercando a las granjas de mujeres embarazadas como vientres de alquiler para vender a sus criaturas a fronteras seguras para facilitar a los compradores el intercambio comercial sin «demasiados peligros», también nos da una muestra de cómo funciona el mercado incluso en guerra.
Que en la Casa Blanca esté instalada una persona con evidentes síntomas de la enfermedad de Alzheimer, tampoco es como para estar con demasiada tranquilidad por parte del resto del mundo. Sobre todo, cuando sabemos que tiene acceso al botón de las armas nucleares.
Que en Brasil Bolsonaro ya haya avisado de que no va a reconocer los resultados si no le son favorables, es como para cuestionarnos el modelo de líderes y liderezas que tenemos al frente de los gobiernos de los países más poblados y/o más poderosos del mundo.
Y en nuestra casa tenemos una derecha desatada y quizás algo descabellada que sólo piensa en los beneficios de unos pocos rebajando los impuestos a la gente que más tiene sin pensar en las repercusiones que esto puede tener para la gente trabajadora. Y, por supuesto, sin pedirles a los bancos que devuelvan todo el dinero que se les prestó/regaló por su mala gestión de la crisis-estafa financiera del dos mil ocho.
Como vemos el panorama es, ciertamente desolador, y como para desanimar a la gente más animosa.
Pero siempre hay lagunas donde refugiarse de tanto desánimo y tanta maldad como podemos ver en cómo, algunos medios de comunicación, fieles a sus «dueños» quieren tambalear la democracia en el Estado Español.
Y, al menos para mí, esas lagunas son mis amigas y mis amigos. Son el refugio con el que sentirme acompañada y, también, y por qué no decirlo, al que poder acompañar en momentos complicados que pueden estar viviendo.
Una comida con una mujer a la que tenía ganas de conocer un poco más y con la que se estableció una conexión inmediata, me hizo recordar que estas madrigueras, estos refugios siempre son seguros porque, a pesar de todo, están, estamos siempre.
Fue un recordatorio en el momento preciso. Momentos complicados como hemos visto, pero que con buena compañía todavía nos pueden sacar una sonrisa o una buena carcajada.
Y encontrarnos a los ojos de un gran amigo cuando te mira al fondo y te da las gracias por haberle acompañado en un día difícil para él, es algo que no tiene precio.
Por todo esto y ante el desánimo generalizado, buscamos el ánimo con la gente que amamos y que nos ama. Los problemas continuarán estando ahí, pero quizá la forma de afrontarlos cambie radicalmente.
