A finales de marzo, los medios de comunicación hablaron de un suceso que, aunque pasó desapercibido, ponía los pelos de punta.
Un presunto terrorista egipcio amenazó con detonar un cinturón de explosivos para secuestrar un avión de Egyptair que volaba de Alejandría a El Cairo, obligando al piloto a desviarse y a aterrizar en Larnaca (Chipre), donde vive su ex mujer, Marina Paraschou.
No había tal cinturón, y el secuestrador fue liberando agónicamente al pasaje del avión. Finalmente, el presidente de Chipre, Nicos Anastasiades, en una rueda de prensa al alimón con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, confirmó, entre grandes risas que no se trataba de un incidente terrorista sino que «todo tiene que ver con una mujer». Es decir, la enésima versión de la misógina frase «Cherchez la femme». Puedo imaginar las carcajadas: secuestrar un avión, vaya tontería, ¡ja, ja, ja!; amenazar y retener tripulación y pasaje durante más de ocho horas, ¡ji, ji, ji!; que la gente del avión acabara en Chipre lejos de donde quería ir, una minucia. Al fin y al cabo todo ha sido por (¿culpa de?) una mujer. Que ya se sabe cómo son.
No quise ni pensar en la vida de Marina Paraschou conviviendo con un tipejo, con un monstruo, que para demostrar lo mucho que la quiere decidió que la mejor manera de hacerle llegar una carta no era por correo ordinario sino secuestrando un avión en un acto terrorista. Una vez se supo que no se trataba de un secuestrador sino de un amante apasionado, miembros de la tripulación y parte del pasaje se hacían con él alegres y sonrientes selfies. A pesar de ello, ¿alguien en su sano juicio volvería con con un perturbado de esta envergadura?
No Marina Paraschou que, al día siguiente, escandalizada y horrorizada de que alguien pudiera pensar que el secuestro fuera un acto de amor, explicó a los medios que los años que vivió con su ex fueron un completo «infierno de torturas, amenazas, palizas y miedos […] Mustafa es un hombre que sabe cómo infligir miedo y crear miseria a su alrededor. Era una persona desequilibrada y aterradora». Ninguna duda: los hechos lo corroboran.
En consonancia con las risas y la indulgencia que provocó el secuestro, aunque algunos medios escribieron «por amor» entre comillas (es el mínimo exigible), otros atribuyeron la causa del crimen al amor, a punta seca, sin entrecomillarlo.
Recordé el filme Deuda de honor (2014) de Tommy Lee Jones. Protagonizado por Hilary Swank, narra una epopeya: el peligroso viaje de Nebraska a Iowa a través del desierto que en 1855 emprende una solitaria mujer que vive en un remoto pueblo del Medio Oeste para llevar al mundo civilizado a tres mujeres que han enloquecido. Al inicio de la película, la mujer, muy trabajadora, eficiente y recta, propietaria de una fértil granja y con un buen pasar, invita a cenar a un hombre (además de zafio, mucho más pobre y feo que ella) para proponerle educadamente matrimonio, consciente de que, en el mundo en que vive, una mujer no es nada sin un hombre al lado. Él la rechaza groseramente y le dice que es muy fea. Hasta aquí, nada que objetar. Lo sorprendente y desmoralizador fueron las vengativas risotadas (masculinas) que estallaron en el cine cuando el hombre desprecia la propuesta con malas maneras. «¿Qué se habrá creído la fresca esta?». Si aplican la regla de la inversión, se darán cuenta de que si el requerimiento lo hubiera realizado un hombre y fuera la mujer quien lo rechazase las risas hubieran enmudecido: «¡Pobre hombre, qué humillación tan grande…!». (Un clásico más viejo que la tos: ya el Quijote tuvo que salir en defensa de mujeres que, ejerciendo su libertad, rechazaban a un pretendiente.)
Me llevó a recordar algunas de las patéticas, comprometedoras y chantajistas declaraciones públicas (a más audiencia, mejor) de amor con petición de mano y boda incluidos por parte de algunos hombres a unas mujeres que si las rechazan, serán vistas como mínimo como unas aguafiestas, unas creídas y unas desconsideradas. Vuelvan a hacer la regla de la inversión y verán que algo chirría. Y ya de paso, aplíquenla al caso del terrorista secuestrador del avión e imagínense los comentarios si la peligrosa perturbada hubiera sido una mujer.
La derecha en general y el PP en particular no quieren ni oír hablar de impartir educación afectivosexual en los centros educativos. Argumentan que el alumnado ya la adquiere y la aprende por su cuenta y riesgo. ¡No hay duda! Interioriza lo que hay. La mayoría de modelos que tiene a mano van de psicóticamente gravísimos a graves, així són la major part dels models que tenen a l’abast.