OPINIÓN
¿Cómo enfrentan las parejas mixtas las propias diferencias culturales, formando una familia en un contexto que, después del 11 de septiembre y la aparición de Isis, exaspera a nivel social la inconciliabilidad entre la cultura occidental y la musulmana?
Una investigación sobre parejas mixtas en Italia. En Italia, el fenómeno de las parejas mixtas va en aumento, siendo 320.234 en el último censo del 2011, mientras disminuyen los matrimonios entre parejas italianas, sobre todo los con rito religioso.
En el 82% de los casos el varón es italiano y la mujer extranjera, originaria de países del Este europeo (Rumanía, Ucrania y Polonia), mientras que cuando la esposa es italiana el hombre es de Marruecos, Albania, Alemania o Túnez. La duración del matrimonio mixto resulta de 5-6 años inferior a las demás uniones italianas, que tienen un promedio de duración de 15-16 años.
Francesco Cerchiaro, investigador de la universidad de Padua, con approach cualitativo focalizado en la dimensión del multiculturalismo cotidiano, en su libro “Amori e confini- Le coppie miste fra Islam, educazione dei figli e vita quotidiana”, Guida ediciones, dic. 2016, explora la experiencia de 15 parejas mixtas, recogiendo su autonarración, desde la formación de la pareja a las reacciones de los grupos familiares y de amistad, a su interacción cotidiana, a los desafíos de la paternidad y maternidad.
Se ha escogido para el estudio solo parejas donde el hombre es migrante, de cultura musulmana. El Islam es la segunda religión en Italia, con 1,5 millones de personas creyentes, pero tiene una presencia fragmentada en la geografía local, no compactada en barrios como en Francia o Alemania.
Para Cerchiaro, Italia es un país donde convive el llamado a las raíces católicas con una escasa actitud a la convivencia plural y a la inclusión del “otro”, en medio de una retórica política centrada en la construcción del “otro” como enemigo.
Desde la iglesia católica hasta los mismos líderes musulmanes se desaconsejan bodas mixtas, pues no faltan conflictos en las interrelaciones en los espacios sociales, ya sea en los espacios de vecinos hasta en las escuelas; sin embargo, a pesar de que en el imaginario social se privilegia la figura del hombre musulmán como tradicionalista y misógino, en las parejas mixtas cristiano-musulmana no hay evidencia de más rupturas que en las católicas.
La pareja es un laboratorio privilegiado para estudiar cómo son enfrentadas y resueltas las diferencias en las expectativas personales y las de los grupos de referencia, luego, más adelante, en la educación de los hijos, donde se tocan más profundamente los temas de la identidad cultural y la forma de encarar el tema de la igualdad de género.
El análisis cualitativo muestra también el proceso que se da en esta convivencia, las estrategias que ponen en práctica los cónyuges para superar los conflictos. Una de las primeras y frecuentes dificultades se presenta cuando la familia de ella se opone a la relación si hay una diferencia socioeconómico entre novio y novia, o por el color de la piel, o el diferente credo religioso. En este caso se da la ruptura con la familia o amigos y la pareja se encierra proporcionalmente al estigma que sufre. Al mismo tiempo busca alianzas en asociaciones con otras parejas mixtas, para intercambiar experiencias, aún sabiendo que cada camino es único. A la oposición familiar inicial puede seguir un período de desconfianza y ambigüedad, pero caen las resistencias cuando en el novio se manifiestan cualidades apreciadas, por ejemplo capacidad de trabajo, compromiso y fidelidad; al nacer los hijos terminan derrumbándose muros, se dan con frecuencia alianzas inéditas y nuevas prácticas interculturales.
Un aspecto importantes es cómo el hombre vive la masculinidad musulmana. A veces se dan experiencias dramáticas, cuando la mujer observa que en familia originaria de su marido los hombres son servidos en la mesa, sin levantar un dedo: a pesar de que en Italia él “colabora” con ella en los quehaceres domésticos, puede comenzar un período de conflicto permanente.
Otra dificultad puede encontrar él, cuando la familia originaria le hace sentir que ha traicionado el pacto familiar de responsabilizarse de todos los hermanos menores interesados a emigrar a Italia, o cuando tienen una mala opinión de “la mujer occidental”, como “poco seria”. Problema que no se presenta cuando la familia considera normal que el hijo migrante se enamore de una chica extranjera.
En la migración, se da un proceso de selección y depuración de lo que vale realmente para el individuo la cultura de origen. Se viven múltiples ausencias y múltiples presencias, en una experiencia única. Del padre se puede rechazar la práctica polígama (por dar poco tiempo y afecto a los hijos) pero manteniendo un fuerte sentido de responsabilidad económica hacia la familia.
A veces, por un lado él se quiere distanciar de rasgos fundamentalistas y machistas y, por otro, debe demostrar a amigos y parientes que no ha traicionado su cultura, que no se hace “mandar por la mujer”, etc., en un equilibrio complejo; pero lo que en el proceso resulta más importante que el total acuerdo “con el allá” es lograr construir un acuerdo aceptable “con el acá” del matrimonio.
En el proceso constante de redefinición de la pareja, se observa que al comienzo se enfatizan las afinidades, a veces cerrándose a familia y amistades cuando hay incomprensión. La cocina es un espacio inmediato e importante de intercambio, para favorecer encuentro y definición de “mío” y “tuyo”. A veces el migrante se adapta, tomando vino o no, según se encuentre con amigos musulmanes o italianos. El Ramadán es a veces percibido como muy diferente a una Navidad casi exclusivamente consumista, como una práctica espiritual y meditativa que enseña a no dar por descontado el bienestar alcanzado.
Potencialmente conflictivo es el tema de los roles masculino-femenino, en la casa y en la vida.
El hecho que las mujeres se ocupen de casa e hijos es visto por unos musulmanes como “mandar en casa”, administrando el dinero, por lo tanto lo consideran una forma de respeto, “mayor tal vez que entre las relaciones occidentales, donde hay violencia”. Estas afirmaciones no son compartidas por la pareja italiana. Mucho depende del nivel de instrucción de los partners, pero, según Cerchiaro, este tipo de conflicto en la pareja mixta no es muy diferente al que se da en tema de roles en una pareja italiana “homogénea”.
Otras diferencias se pueden presentar en el uso del tiempo, más dilatado en las culturas africanas (¿para qué todo este correr?), en el uso del dinero a favor de la familia extensa y en el deber de hospedar parientes de allá.
En cuanto al idioma, hay alianza y satisfacción cuando el partner local ayuda a aprender el idioma. Con los hijos se puede practicar el bilingüismo porque identidad e idioma no se pueden escindir. Conocer el idioma del padre migrante es fundamental para comunicarse con abuelos y parientes “de allá”, pero a veces el padre no cuida este aspecto por el poco tiempo del que dispone.
La elección del nombre evidencia un pacto con las familias originarias. En cuanto a la religión, según el derecho islámico el padre tiene la potestad, y por ende el control, sobre los hijos en tema de educación, matrimonio, administración de bienes. La religión puede ser fuente de conflictos, por eso una pareja puede escoger la estrategia de renunciar a sus creencias o acordar la “estrategia del armario”, no dando ninguna formación religiosa, y dejando al hijo la facultad de escoger sus valores en futuro; en otros casos es ella la que se convierte, cuando para el novio el Islam es algo no negociable. Hay, sin embargo, una “tercera vía” que se practica, que es enfatizar el carácter espiritual y particular de la relación con Dios, haciendo hincapié en los aspectos comunes de las dos religiones. No es difícil cuando el hombre practica un islam espiritual, menos normativo del magrebí, por ejemplo.
En todo caso, las estrategias de pareja deben ser adaptadas al contexto externo. El nombre de los hijos e hijas no debe ser demasiado diferente para poder ser pronunciado en Italia, el bilingüismo pide esfuerzo, las creencias religiosas deben medirse con el prevaleciente catolicismo italiano.
Pero cuando el amor se vuelve un mito realizado, cuando entra en juego una búsqueda de puntos en común, es capaz de “mediar” y “remediar” conflictos, creando nuevos confines y nuevas identidades híbridas. La “mixtura” resulta entonces como un puzzle complejo, con piezas móviles que reescriben las fronteras geográficas y simbólicas, en un saber “mirar mas allá”.