El 19J se presentaba como un test decisivo para el movimiento nacido el 15M. El objetivo inicial de la jornada era traducir en movilización en la calle las simpatías populares que el movimiento había despertado durante estas semanas. Después de la jornada del 15J ante el Parlament de Catalunya, sin embargo, la manifestación de este domingo 19 era una prueba de fuerza frente a los adversarios del movimiento. Tras el 15J éste se vio inmerso en una batalla por la legitimidad y necesitaba exhibir músculo y una movilización de masas que acallara las dudas.
El resultado no arroja discusión. No vale la pena entrar en guerras de cifras, pero en la jornada del 19J centenares de miles de persones salieron a la calle. 150.000 se manifestaron en Madrid, en una espectacular marcha organizada por columnas desde los barrios hacia el centro. 275.000 (según datos al parecer dados por las fotos hechas vía satélite por google) lo hicieron en Barcelona, colapsando el centro de la ciudad. Y así en más de 50 ciudades del Estado español.
El tono y el perfil de las convocatoria se caracterizó por la combinación de su ambiente festivo y lúdico con la radicalidad de sus demandas. “La calle es nuestra. No pagaremos su crisis” era el lema general de la convocatoria de Barcelona acompañada de tres subeslóganes: “Paremos los recortes”, “Felip Puig [el consejero de Interior] dimisión” y “Hacia una huelga general de todos y todas”. La críticas al Pacto del Euro, a los recortes sociales, a la banca, la demanda de una huelga general…fueron algunas de los eslóganes más recurrentes. En la memoria de muchos estuvo la enorme manifestación “contra la Europa del Capital y la Guerra” del 16 de marzo de 2002 durante la cumbre de la Unión Europea en la ciudad, entonces un hito del movimiento “antiglobalización”.
El 19J ha mostrado la ampliación cuantitativa y cualitativa del movimiento respecto al 15M. En un mes la base social del mismo se ha ampliado, diversificado social y generacionalmente, y arraigado social y territorialmente. Culmina así la primera fase abierta con el 15M y las acampadas y empieza otra, todavía por definir.
Esta primera sacudida social ha reflejado la profundidad de la dinámica en curso y la consistencia de la indignación social y del movimiento en marcha, que ha sobrevivido al feroz ataque posterior al 15J. La operación de criminalización puesta en marcha tras el bloqueo al Parlament de Catalunya finalmente no funcionó. Acorralado mediáticamente el miércoles 15, el movimiento demostró poco después que sigue gozando de amplios apoyos populares.
En Catalunya si el 15J, en pleno torbellino mediático, algunos sectores sociales simpatizantes con las y los indignados posiblemente pensaron que el movimiento “había ido demasiado lejos” y que “así no se hacían las cosas”, la mayoría de ellos bascularon progresivamente de nuevo hacia el movimiento durante los días posteriores. Parece claro que el gobierno conservador de CiU de nuevo erró mal en sus cálculos tácticos e impulsó un ataque tan brutal contra el movimiento que fue percibido como excesivo para buena parte de la opinión pública. Las denuncias de “kale borroka de baja intensidad” y de acciones de “extrema violencia” referidas a la acción ante el Parlament sonaron exageradas a la luz de las imágenes vistas. La amenaza chulesca del Consejero de Interior de presentar una querella contra Arcadi Oliveres, presidente de Justicia y Paz y cuya popularidad en Catalunya es enorme, por sus insinuaciones de que podrían haber habido policías infiltrados provocando altercados ante el Parlament, sólo sirvió para dar más audiencia a los videos circulando por internet que denunciaban la infiltración policial. Y confirmó, sin dudas, la voluntad del gobierno de CiU de utilizar la movilización ante el Parlament para criminalizar a los movimientos sociales en general. Igualmente, el ataque directo a la Federación de Asociación de Vecinos de Barcelona (FAVB), que había convocado a una cacerolada ante al Parlament (pero no al bloqueo) fue visto como un intento para desacreditar a una de las organizaciones sociales más representativas de la ciudad, destinada a jugar un papel clave en la oposición municipal al nuevo alcalde conservador Xavier Trías.
En la criminalización al 15J, como en otras ocasiones, ha quedado patente la existencia de una distancia y una disonancia notoria entre el discurso de los medios de comunicación y el sentir social mayoritario. La verborrea sobre ”ataque a la democracia”, “secuestro del parlamento”…, demostró finalmente expresar más la opinión interesada de muchos creadores de opinión que de mucha de la gente de a pie. La sacralización de las instituciones y sus representantes hecha por los medios resultó no ser un reflejo fiel del sentir de la calle. Muchos medios de comunicación preguntaron al movimiento los días 15 y 16 si hacían “autocrítica” por la movilización ante el Parlament. A la vista de la manifestación del 19J muchos profesionales honestos del periodismo y que desde posiciones favorables a las y los indignados genuina y sinceramente no entendieron la acción del 15J, deberían plantearse a sí mismos la pregunta.
El movimiento, además, supo reaccionar, a pesar de las dificultades de forjar consensos y de problemas de funcionamiento interno, con un discurso inteligente al intento de criminalización. Reafirmó la legitimidad de la acción de “bloqueo” al Parlament, realzó su petición de convocatoria de un referéndum sobre los recortes sociales, insistió en la sobreexageración mediática de los incidentes “violentos” acontecidos en la jornada, reiteró las sospechas de provocaciones policiales, denunció la violencia policial y los arrestos durante la protesta, y se desmarcó (sin entrar en condenas criminalizadoras) de aquellas acciones que habían tenido lugar durante la movilización que no se enmarcaban en el criterio de “acción masiva, no violenta y determinada” consensuada en la preparación de la jornada.
En este escenario parte de la izquierda moderada catalana, que el 15J jugó un lamentable papel confrontándose con el movimiento y actuando bajo el redil de la derecha, acabó entendiendo que en la manifestación del 19J no sólo se jugaba el futuro y la credibilidad del movimiento. Un fiasco en la manifestación habría deshinchado a un incómodo movimiento para la izquierda parlamentaria, es verdad, pero a costa de echarla a los pies de los caballos de la derecha gobernante. De forma discreta, partidos como ICV-EUiA mostraron su apoyo a la manifestación y así lo hicieron indirectamente también algunos de los medios de comunicación afines a la izquierda parlamentaria. Por su parte, los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, en un segundo plano desde el ascenso del movimiento, hicieron un llamado a la participación a la manifestación y estuvieron presentes en ella (con un bajo perfil para evitar susceptibilidades).
El éxito del 19J muestra pues la profundidad de la simpatía popular hacia el movimiento y del malestar social que éste expresa. Detrás de la masiva participación hubo también una reacción defensiva de buena parte de la base social del movimiento que entendió la excepcionalidad de la convocatoria, su importancia crucial y la necesidad de una respuesta contundente a los intentos de criminalizarlo y destruirlo.
Las declaraciones de todos los dirigentes políticos catalanes después del 19J, empezando por las del presidente de la Generalitat, Artur Mas, que afirmaba “comprender” a los y las indignadas, y las del consejero de Interior, Felip Puig, que “felicitó” con cara de circunstancias a los organizadores de la manifestación, son la mejor prueba del rotundo éxito del 19J en Barcelona.
Sabedores que, finalmente, la calle despertó los partidarios de “la ley y el orden” viven días de zozobra.
*Josep Maria Antentas es profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y Esther Vivas es miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Blog personal: http://esthervivas.wordpress.com
Ambos son autores de ‘Resistencias Globales. De Seattle a la Crisis de Wall Street’ (Editorial Popular, 2009).
+ info: http://esthervivas.wordpress.com