OPINIÓN
Seguramente soy un hombre hijo de la modernidad, occidental y libre. Nací en la nacional-católica España en medio de una dictadura, que con los años, dicho trozo de tierra recobró una identidad europea.
Mientras tanto, yo con media centena de años a mis espaldas, he conseguido ser adulto, ciudadano de la ciudad firme y segura; en teoría soy propietario, e individuo racional, es decir, civilizado y en mi sano juicio. Sigo siendo blanco de piel y etnia, heterosexual, casado por la iglesia católica, y una larga lista de privilegios que me guardo.
A primera vista mi situación con privilegios podría ser la envidia de mucha gente. Con cualquier otro tipo de mirada, podría ser la envidia, por ejemplo, de una mujer lesbiana y pobre. Podría ser la envidia de una mujer en una aldea tradicional de cualquier país del mundo, con la piel de mil colores; esclava, tratada o violada, que quizá no tenga ni trece años. Se trata de mujeres que tienen muy frecuentemente cargas familiares o son abusadas de mil maneras con un trabajo muy precario o forzoso. Sin patria ni hacienda. Para ella mi situación sea tal vez una situación a la que anhela y crea que la liberación es poder estar como yo. Cuando el feminismo, si bien es igualdad de oportunidades también implica una transformación de las relaciones y, sobre todo, una transformación de uno mismo.
Me gustaría hacer algo por ti. Y, ¿sabes? Creo que una de las maneras que puedo hacer algo por ti, es haciendo un cambio en mi y comenzar a soltar lastre. A apostar por las nuevas masculinidades y por asumir como propio el feminismo y sus principios. Apostar por ser feminista y por otros movimientos que apuesta por la igualdad y la justicia.
Me sobran la nación y occidente. El mundo se me queda pequeño. Intento hacer habitable y amable la tierra que piso, pero sin maltratarla. Eso no lo quisiera. Estoy perdiendo el interés por el contrato bíblico o simbólico donde pone dominad la tierra y poseedla…Me conformo con cuidarla y contribuir a hacerla sostenible.
Me sobra Europa si es euro-céntrica. Me sobra España cuando es una, cuando sólo puede ser católica.
Me sobra la modernidad si es tradicionalista y anacrónica.
Me sobra la razón si es individualista y sin sentimientos. Me aburre la soledad de la tarima. Prefiero ser yo en grupo, acompañado, y con los sentimientos a flor de piel, ricos y variados…
Ahora que el cuerpo me duele, me he dado cuenta que lo tengo. Me sobra el recuerdo de cuando lo ignoraba o lo derrochaba sin saberlo.
Me sobra la ilustración o la educación formalista si fomentan las desigualdades o los privilegios, o no contribuyen al bienestar de las personas. Me quedo con la curiosidad intacta y el placer de aprender.
Me sobra el antropocentrismo si es androcéntrico. Dicho de otro modo, ¿para qué sirve colocar el ombligo del ser humano en el centro si es sólo el de los hombres?
Me sobra ser adulto si los niños y niñas, o los jóvenes, no son sujetos de la historia, y cuando parece que cuentan, es para instrumentalizarlos.
Las crisis a menudo sirven para soltar un lastre y comenzar de nuevo ¿Seguro que me pertenecía, no será prestado o impuesto? Es el mejor regalo que puedo hacerme. Quizá sin parte de todo ese peso, construyamos…
No sé qué decirte amiga mía, ni sé cómo impedir las nuevas dictaduras pero sin ese lastre que tenemos los hombres quizás sea más fácil construir un mundo mejor, más justo e igualitario.
