viernes 19 abril 2024

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Radiografia androcéntrica de la cultura (gracias ex ministra)

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Imatge de D.P.

Todo el mundo sabe que a la ex ministra Ángeles González-Sinde le correspondió durante su mandato (2009-2011) intentar poner coto a la falta de regulación existente en Internet en el ámbito de los derechos de autoria, ninguneados hasta la saciedad ante la impasibilidad de toda las ciudadanas y ciudadanos que viven aleladamente mirándose el ombligo, haciendo un titánico esfuerzo por conservar el estado del bienestar y creyendo –dichosa ignorancia la suya- que lo que no les afecta directamente no les afecta en absoluto y, al tiempo, que el efecto mariposa no existe.

 

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Ángeles González-Sinde
Su propuesta (la llamada Ley Sinde), que levantó a partes iguales aplausos e iras, y a la que por todos lados pusieron palos en las ruedas, ha sido reciente, y felizmente, aprobada en el Congreso, como era de sentido común, y acaba de comenzar su andadura. Ahora toca constatar si logra poner coto a los desmanes cibernéticos que hacen que los autores y autoras de música, cine, literatura… vean esquilmado el fruto de su trabajo. Esperemos que el proceso regulador no se eternice e impida que la creación sucumba a la “barra libre” que algunos creen que es la Red.

 

Como era de esperar, sus intentos por ordenar el caos internáutico tuvieron durante el 2011 gran eco en los medios (todo lo que atañe a la Red vende, pues Internet es nuestro último juguete, como lo fueron en su día los automóviles que salieron de las factorías Ford). Hubo pues espacio para atacar y defender, opinar y contraopinar (creando líneas de fuga, a lo Deleuze). Por el contrario, bien distinto es lo que está sucediendo con el que a mi parecer ha sido el gran acierto de su gestión: mirar la cultura con los ojos de la igualdad de género y sentar las bases de un combate eficaz contra la desigualdad en la cultura. Ese ha sido el gran logro de la ex ministra Sinde y no otros, le den eco o no los medios, entretenidos a su vez en sobrevivir a las actuales drásticas mudanzas de la comunicación.

En concreto, bajo el mandato de la ex ministra Sinde, el Ministerio de Cultura tuvo la valentía de instaurar finalmente los jurados paritarios en todos sus ámbitos de actuación, sugerir la presencia de personas con visión de género en los mismos y realizar un diagnóstico de la cultura desde dicho punto de vista para saber de qué pie calzamos; todas ellas medidas destinadas a ayudar a la “visibilización de la cultura en femenino”, en palabras de la propia ex ministra. El informe en cuestión se titula Mujeres y cultura. Políticas de igualdad y, amén de contar con una introducción para cada ámbito de análisis (literatura, artes plásticas, cine, artes escénicas y música), hace un exhaustivo repaso de becas, subvenciones y premios, así como de patronatos y jurados de festivales.

El resultado es una radiografía de un androcéntrico subido, un retrato de la desigualdad que ya nadie podrá negar por alto y claro, pero que precisamente por ello está siendo ninguneado; ¿a quién le gusta que saquen a relucir sus vergüenzas? El informe ha evidenciado que, pese a los esfuerzos realizados en años recientes a favor de la visibilidad de las mujeres en el sector, “esta está por debajo de su participación real –tal y como lo demuestran las estadísticas- en el mundo de la cultura”. Ya dijo la socióloga María Antonia García de León en su libro Rebeldes ilustradas (Barcelona, Anthropos, 2008) que “una sociedad androcéntrica tiende a no reconocer la presencia pública femenina, ni siquiera cuando comporta excelencia”. A lo que yo añado: “y sobre todo cuando comporta excelencia”. Hasta la fecha, a trancas y barrancas han podido algunas creadoras codearse con sus iguales varones. Sería hora de que empezaran a poder hacerlo todas las que lo merecen, que son muchas.

Como digo, los medios de comunicación han hecho caso omiso de ese informe y de esas medidas correctivas, que se han visto rodeados de un ominoso silencio, apenas roto por quienes promovieron esos pasos. Vale la pena mencionar que quienes solicitaron ese informe y propiciaron con su iniciativa esos avances tan notorios fueron tres asociaciones de mujeres profesionales de la cultura, que tuvieron a bien presentar una queja ante el Defensor del Pueblo en la que reclamaban, con objeto de poder analizar la eficacia de las medidas de igualdad y abordar su mejora, datos desagregados por sexo tanto al Ministerio de Cultura como a otras instituciones. Estas asociaciones son MAV (Mujeres en las Artes Visuales), CIMA (Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales) y Clásicas y Modernas (asociación consagrada a la igualdad de género en la cultura). Como pertenezco a esta última, creo poder afirmar que es casi seguro que sin esta demanda colectiva, y sin el interés y el concurso de la ex ministra Sinde, estos adelantos no se hubieran dado. Del mismo modo que no se hubieran podido hacer efectivos sin la existencia previa de la Ley de Igualdad (que por cierto el PP boicoteó presentando contra ella un recurso de inconstitucionalidad).

De la desigualdad en la cultura arrastramos unas cifras que ponen los pelos de punta, pero nadie parece darle ninguna importancia más allá de las afectadas (llegándose al caso de que algunas de las damnificadas, creadoras incluso célebres, tampoco le dan ninguna, acaso por ser excepciones a la regla y no ser conscientes de ello). Preguntadas por el suplemento El Cultural de El Mundo (en fechas cercanas a la aprobación de la Ley de Igualdad, es decir en marzo de 2007) sobre unas posibles cuotas en el mundo literario, algunas escritoras expresaban en estos términos su absoluta disconformidad: “Nunca ocuparía un sitio en el mundo editorial sólo por ser mujer. Si algo detesto es ese victimismo disfrazado de feminismo que practican algunas colegas para conseguir premios y publicaciones. […] La mendicidad es un hábito que parece haberse convertido en necesario en este ambiente. Pero es un precio que, en el caso de las mujeres, viene especialmente teñido de falta de amor propio y nula honrilla personal. Y encima contribuye a perpetuar viejos esquemas, no sólo ya del machismo, sino del abuso de poder” (Lola Beccaria). “Como casi todas las postfeministas, siento pavor a que me regalen algo que me merezco. Siento que debo luchar y demostrar” (Espido Freire). No puedo estar menos de acuerdo con ellas, y me preocupa especialmente que una persona nacida casi con la democracia como Espido Freire viva este espejismo igualitario. La literatura precisa de unas grandes dosis de imaginación que sin duda ella posee, pero no me consta que sean necesarias para diagnosticar la realidad.


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Almudena Grandes

La perla sale sin embargo de boca de Almudena Grandes: “En principio, y por principios, estoy en contra de las cuotas, excepto en aquellos sectores profesionales en los que se tenga la certeza de que las mujeres son injustamente discriminadas. Este no es el caso de la creación en general y de la literatura en particular.” Me pregunto si Almudena Grandes y yo vivimos en mundos literarios distintos, si el catálogo de la estupenda editorial donde publica, Tusquets, me llega a mí esquilmado de mujeres o realmente ostenta poquísimas, o si un insignificante puñado de mujeres en la Real Academia le parecen acaso sobredosis. Habrá que enviarle una copia del informe que dice claramente que ella, en su visibilidad, es una excepción y no la norma. Claro que como afirma la periodista Elvira Huelbes en un artículo sobre el mencionado informe: “Los datos son sagrados; las opiniones, libres”. De modo que vayamos a algunas de las cifras y algunos de los datos contrastados que este informe ofrece y atengámonos a ellos.

 

En LITERATURA hasta la fecha el Premio Nacional de Narrativa ha sido otorgado a 2 narradoras (frente a 32 varones), el de Ensayo a 1 ensayista mujer (frente a 33 hombres), el de Poesía a 4 mujeres (frente a 29 caballeros), el Nacional de las Letras a 3 (frente a 25), el prestigioso Cervantes asimismo a 3 (frente a 34). Y aunque pueda parecer extraño, hay un estudio realizado en 2009 que dice que en el Registro de la Propiedad se registran un 30% de obras de mujeres frente a un 70% de varones: algo no cuadra.

En ARTES PLÁSTICAS, hasta la fecha el Premio Nacional de Artes Plásticas sólo ha sido otorgado a 8 mujeres (frente a 47 hombres), el premio Velázquez a 1 (frente a 9) y el premio Nacional de Fotografía a 3 (frente a 16). Extrañamente, el público de exposiciones y museos es mayoritariamente femenino, y hallamos un 80% de mujeres en el organigrama de museos y centros de arte (casi nunca en los cargos más altos, de lo que deriva que en sus fondos sólo haya de un 4% a un 10% de obras de mujeres), siendo también ellas casi la mitad de los galeristas del país, aunque la obra de mujeres sólo tiene un 15% de presencia en galerías y en ARCO sólo se exhibe en un 7%.

En el ámbito de la MÚSICA, la dirección artística de todos y cada uno de los centros musicales administrados por el INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música) han estado desde sus comienzos y siguen estando en manos de hombres, con la única excepción del Ballet Nacional de España. Los Teatros de Ópera del país también están en manos de hombres, en el Teatro Real casi todas las óperas son de hombres (una excepción fue el 2011 el estreno de “La página en blanco”, de Pilar Jurado) y en el Auditorio Nacional se programa un 1% de compositoras (o menos). Por cierto que por primera vez en 2010 se premió a una mujer con el Premio Nacional de Composición (frente a 31 varones).

Por no hablar de que en CINE las películas dirigidas por hombres, la inmensa mayoría, otorgan el protagonismo a personajes masculinos en un 80%, lo que condena a las actrices a hacer eternamente secundarios. O de la dificultad de dedicarse a las ARTES ESCÉNICAS siendo mujer y aspirando a tener descendencia, mientras los padres de familia pueden marcharse de gira sin tantas dificultades, lo que redunda en una presencia femenina mucho menor en las tablas.

Parece claro que visto lo visto había que intervenir con carácter de urgencia y los jurados paritarios son un buen comienzo, y qué no decir de la incorporación a los mismos de una persona con visión de género, capaz de inculcar en los demás un sentido de la igualdad del que al parecer hasta ahora han carecido. Si se contrata a  nutricionistas para elaborar los menús de una escuela, ¿por qué no puede hacerse una intervención semejante en aspectos tan fundamentales como la repartición de las recompensas y los estímulos al talento?

Para una sociedad que lleva casi cuarenta años en un proceso de democratización ascendente, que se supone aspira a alcanzar la máxima expresión de la misma (cosa que incluye o debiera incluir la igualdad de género), ¿puede resultar irrelevante que se haya dado en el ámbito cultural un paso de tanta importancia? Recordemos por un instante el terremoto informativo que supuso la inclusión de las cuotas de género en la política en el 2007, destinada a promover una participación equitativa en la misma; o el 25% de mujeres que en 1988 el PSOE impuso en el Congreso para su partido y que con los años ha ido a más, hasta llegar a las llamadas listas cremallera. ¿Mereció el silencio de quienes están en contra de la acción positiva ya sea por pensar que trata de imponer medianías, ya sea desde un falso liberalismo que abomina de la igualdad en el punto de llegada por considerarla contraria al principio de libertad? ¿Callaron entonces los Ansones, los Pradas, los Pérez Reverte? ”Cada vez que me choteo de una estupidez de género y en el acto se descuelga una talibana mentándome a la madre, quiero corregirme”, escribe este último en un artículo reciente con su acostumbrado extraño sentido del humor, completamente ajeno al sentido del ridículo (5/3/2012). Claro que, ¿qué esperar de un señor que nos llama “feminazis”?

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Pérez-Reverte

 

Ahora, en cambio, se hace algo tan necesario como radiografiar la cultura (que queda a la altura del betún) y nadie se inmuta, ni siquiera el señor Pérez Reverte, siempre tan atento a la carne fresca donde poder hincar el diente. Y no saben cómo le agradeceríamos ahora un artículo en el que se lamentara de la caterva de manifestaciones artísticas ñoñas, de ensalzamiento de la intimidad y posiblemente sáficas a que darán lugar los jurados paritarios… Toda publicidad gratuita contribuye a la causa, anímese.

 

Claro que si como decía ni siquiera algunas de las propias afectadas viven traumáticamente una desigualdad más que evidente, ¿qué no decir de los demás agentes culturales de las editoriales, de la crítica, del profesorado, agentes literarias y literarios…? ¿O acaso de imponerse los jurados paritarios en el sector privado la reacción hubiera sido distinta? Les aseguro que en esa circunstancia hubieran saltado todas las alarmas y al Ministerio le hubieran llovido acres acusaciones de intrusismo. Claro que si puede el Ministerio de Sanidad instar a las clínicas privadas a cumplir ciertas condiciones o el Ministerio de Educación exigir ciertos requisitos a las escuelas privadas, ¿por qué no puede hacerse con las editoriales, los periódicos o las revistas o mismamente con las entidades bancarias que premian el arte y el talento?

Dejada aquí constancia de que el informe Mujeres y culturas. Políticas de igualdad existe y de que se han dado pasos serios para igualar las oportunidades en el estímulo a la creación, sólo me queda volver a reiterar mi agradecimiento a la ex ministra Sinde por tan loables iniciativas, y sugerir las posibles razones por las que nadie se ha inmutado: que la cultura ya no interesa (y se deja pues que las mujeres la conquisten como quien ofrece el hueso del caldo y no el tuétano) o que nadie cree que un informe o la composición de unos jurados pueda alterar la ya arraigada costumbre de premiar expresiones artísticas de clara impronta masculina, cuando no directamente machista (cosificación del cuerpo de la mujer, ensalzamiento de la prostitución, nostalgia de la mili, glorificación del fútbol…).

Quiero ser más optimista, pensar que la cultura sí importa y que medidas como estas sí contribuyen y mucho a transformar paso a paso la realidad. Quiero pensar que ahora que las cifras están ahí, publicadas por el propio Ministerio, ya no valen subterfugios ni maniobras de distracción: será que son menos, será que son más malas, será que no interesan…. Si el PP no opta por dar marcha atrás, y esperemos que no lo haga (estaremos vigilantes, no lo duden), a partir de ahora y gracias a la ex ministra Sinde y a su equipo los comités asesores, jurados y órganos consultivos del Ministerio de Cultura se compondrán respetando una presencia equilibrada entre hombres y mujeres, condición imprescindible para edificar un nuevo estado de la cultura.

De igual modo, quisiera pensar que el Ministerio de Cultura no tardará en advertir la absoluta necesidad de intervenir en la gestión privada de la cultura, pues en estos momentos en que “los mercados se benefician de un vacío de gobierno global” (Nancy Fraser dixit), no podemos permitirnos retrocesos ni dejar que se aneguen nuevamente terrenos ganados a las procelosas aguas del machismo endémico. De tener continuidad, como sería deseable, no saben hasta qué punto este avance redundará en la obra de las mujeres creadoras, que finalmente podrán jugar “casi” en igualdad de condiciones en un juego ya de por sí desigual, a tenor de los múltiples factores que dificultan la equidad (pésima conciliación familiar, pésima conciliación laboral, brecha salarial…).

Quienes desarrollan una tarea artística ya tienen de por sí muchas más dificultades que quienes eligen profesiones a medio plazo más rentables, y es por ello que no podemos ahondar en la llaga con invisibilizaciones u obstáculos añadidos si no queremos que la creación en sus diferentes ámbitos corra el riesgo de verse reducida drásticamente. No imaginamos un futuro donde todos los creadores sean hombres (como lo han sido tan largos siglos), al igual que no imaginamos un mundo donde todas las creadoras sean mujeres. No es ni lo uno ni lo otro lo que queremos, sino una cultura plural, liberada de lastres obsoletos y desinhibida hasta los límites que la propia cultura pueda imaginar. Una cultura que sea pionera de virtudes nuevas y no copia de defectos antiguos. De los poderes públicos esperamos que siendo la cultura el 4% del PIB sea cuidada con el mismo esmero con que se cuidan otros sectores. Porque la cultura será igualitaria o no será.

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Tona Gusi

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Fundadora i Co-coordinadora de La Independent. També és psicòloga menció en Psicologia d'Intervenció Clínica i menció en Psicologia del Treball i les Organitzacions.
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