viernes 22 noviembre 2024

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Rachel Carson y su “Primavera silenciosa”

Hoy, 21 de marzo, en los inicios de la primavera, y a raíz del Premio Holberg que acaba de recibir (el 14 de marzo de este año) el catedrático de la UAB, el profesor Joan Martínez-Alier, por sus trabajos académicos y activismo sobre el extractivismo y el cambio climático, he recordado a una extraordinaria precursora de los estudios sobre el medio ambiente: Rachel Carson. El Premio Holberg que le ha sido otorgado al profesor Martínez-Alier por el parlamento noruego es el equivalente al Nobel de Humanidades y Ciencias Sociales y estoy convencida de que, de estar viva, Carson también lo habría recibido. Una gran desconocida entre nosotros.

Es una de las abuelas de los movimientos ecologistas actuales, una de las figuras seminales del siglo XX; hay quien dice que sin los estudios divulgados en sus libros no existiría Greenpeace Peace. Por lo pronto fue una profeta en el desierto. Hoy nos sentimos orgullosas de poder decir que sus libros sobre impacto ambiental se han convertido en clásicos de la concienciación ecológica, sobre todo su cuarto libro, Primavera silenciosa (publicado por primera vez en 1962– Silent Spring, en inglés— ; en tierras españolas no fue traducido ni publicado hasta el año… 2010!), que es considerado uno de los más influyentes de la historia sobre el tema del medio ambiente; un libro que fue rápidamente menospreciado y calificado de fantasioso y recibió ataques enfurecidos desde todos los ángulos mediáticos, ataques incentivados y financiados por los sectores empresariales que sentían amenazadas sus propias actividades económicas. Pese a los asaltos hostiles y agresiones verbales que recibió, Carson inspiró una repentina y creciente movilización ecologista; consiguió que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos revisara a conciencia las políticas sobre el uso de pesticidas, que el DDT fuera prohibido (los que nacisteis la década de los años cincuenta y sesenta sabéis perfectamente qué es y recordaréis aquellas fumigadoras manuales de hormigas e insectos) y sentó las bases para la creación de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU. Cabe decir que nunca se ha prohibido el DDT para combatir la malaria y Carson nunca lo aconsejó, al contrario.

Firme en sus convicciones, apoyadas con datos objetivos, fue capaz de cambiar mentalidades, en una época en que la ciencia se miraba con desconfianza —¡y más si la científica era una mujer!—,  al igual que hoy día convivimos con sectores que se niegan a aceptar los hechos y afrontarlos. No sólo hechos tan evidentes como los efectos letales de los pesticidas e insecticidas, sino el calentamiento global, el cambio climático antropogénico que nos lleva por el camino de la extinción de la especie. En fin, reacciones hostiles, repudios cargados de ignorancia e intereses individuales,  que no colectivos. Cabe añadir que Primavera silenciosa tiene más de 10.000 citas en publicaciones de científicos y divulgadores y Google señala más de medio millón de resultados.

Antes de Primavera silenciosa Rachel Carson había escrito Bajo el viento Oceánico, El mar que nos rodea y The Edge of the Sea. Con la lectura de estos libros tomamos conciencia de que el ser humano es inseparable de la naturaleza. Que él mismo es naturaleza. Que forma parte de ella. Cada bocanada de aire que respiramos proviene de la naturaleza. Envenenarla, matarla, es envenenarnos y matarnos a nosotros mismos. Parece una obviedad tan… ¡tan evidente! Libros que fueron escritos a finales de los años treinta, a los 40 y a los 50, cuando apenas algunos científicos empezaban a poner sobre el mostrador la antropogenia climática. Cuando todavía nadie era consciente de que habíamos entrado en una nueva era de extinción, cuando la conciencia social sobre el cambio climático era nula; cuando la depredación humana era incipiente, Carson ya nos concienciaba de la interconexión de todo lo que conforma la naturaleza, la vida. Una época en la que la pesca a gran escala, arrastrando, devastando y saqueando los fondos marinos, no existía, cuando todavía no flotaban mareas de plásticos por los océanos, cuando las estaciones climáticas del año estaban bien definidas y llovía, cuando la Tierra no estaba sobrecalentada y la gente no tenía que huir de sus habitados de pertenencia, de sus tierras, hacia otras tierras-espejismo para sobrevivir.

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Maria Àngels Viladot

Doctora en psicologia i escriptora.
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