Escrito por Lisandra Fariñas, SemLac Fotos: Cortesía de Claudia Rebeca Guzmán Calzada
Las manifestaciones creativas en Trinidad son amplias, pero una de las más populares son los tejidos y bordados con hilos y agujas, conocidos como lencería.
Las artesanas de Trinidad preservan un legado cultural invaluable. A más de 300 kilómetros de La Habana, en la provincia de Sancti Spíritus, al centro del país, y mediante sus habilidades en el tejido y el bordado, estas mujeres mantienen vivas las técnicas que han sido parte de la identidad trinitaria durante siglos.
Su trabajo trasciende el oficio como sustento económico y representa la perseverancia y el ingenio de mantener tradiciones ancestrales, comenta a SEMlac la joven historiadora Claudia Rebeca Guzmán Calzada.
Con más de 500 años de historia y declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto al Valle de los Ingenios desde 1988, esa urbe colonial ostenta desde 2019 la declaración de Ciudad Creativa de la Unesco, un título que se sostiene en buena medida sobre hombros femeninos, dice la también coordinadora de Trinidad ante la Red de ciudades que ostentan esta condición.
“Más del 50 por ciento de los artesanos con reconocimiento oficial en la ciudad son mujeres y estas suman alrededor de 700, lo cual fue determinante para este reconocimiento de la Unesco”.
Tejidos y bordados en Trinidad
Las manifestaciones creativas en esa localidad son amplias, pero una de las más populares son los tejidos y bordados con hilos y agujas, conocidos como lencería, explicó la también máster en Estudios Históricos y Antropología Sociocultural Cubana por la Universidad de Cienfuegos “Carlos Rafael Rodríguez”.
Se trata de la sumatoria de disímiles técnicas, como crochet, ganchillo, frivolité, macramé y diferentes tipos de bordados a mano, realizados principalmente por mujeres, aunque algunos hombres también incursionan en ello, detalla.
No solo lo practican las afiliadas a organizaciones, asociaciones o con permisos para ejercer este arte como una actividad económica, sino también quienes realizan estas labores en sus casas, tanto para la comercialización de las piezas en el mercado artesanal, como para adornar sus propias viviendas.
“Estas labores han sido heredadas por siglos, de generación en generación, y fueron por muchos años una de las principales enseñanzas que se daba a las jóvenes de la sociedad”, dice al referirse a los orígenes de la actividad.
Añadió que, igualmente, hay mujeres que trabajan los tejidos con fibras para la confección de sombreros, bolsas, adornos y otros accesorios; además de que algunas se desempeñan en la cerámica.
Hay mujeres que trabajan los tejidos con fibras para la confección de sombreros, bolsas, adornos y otros accesorios; otras se desempeñan en la cerámica.
El desarrollo de ese talento y creatividad son un modo de sustento económico, pero también forman parte de los encantos y la identidad local, algo que no escapa a la labor de la Oficina del Conservador de la ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios, institución que apoya de muchas formas a las artesanas, reconoce.
“Creamos proyectos a los que ellas pueden afiliarse, como Entre Agujas, que agrupa hoy a mujeres que, fundamentalmente, eran amas de casa. Allí se les enseña y perfecciona en este oficio, para que lo puedan convertir en una actividad económica”, apunta Guzmán Calzada.
Destacó otros empeños en los cuales trabajan, como el proyecto Trapita, que fomenta la confección de muñecas de trapo y está dirigido a las adultas mayores, con el propósito de rescatar estas confecciones y darles una opción de trabajo y conocimientos.
Otras iniciativas que no forman parte de la oficina también se benefician con la posibilidad de asistir a cursos especializados impartidos en la Escuela de Oficios adjunta a la institución, destaca. Ello incluye la participación en eventos y ferias nacionales e internacionales, en las cuales muestran las artesanías trinitarias y pueden comercializarlas.
Los intercambios con artesanas internacionales o la posibilidad de trabajar para diseñadores reconocidos a nivel internacional son otras de las oportunidades abiertas desde la Oficina del Conservador, lo que les permite a las artesanas ganar reconocimiento, experiencias y también obtener ganancias para la microeconomía familiar.
“Brindamos espacios de exposición y comercialización de las piezas, tanto en las galerías y museos de la ciudad, como a partir del desarrollo de eventos y ferias en distintos momentos del año”, agrega Guzmán Calzada, quien enfatiza que aún no han podido llegar a todas las artesanas y consideró que en los años venideros el trabajo actual puede crecer.
De la artesanía a la industria creativa
La apuesta es que esas economías se conviertan en industrias creativas, precisó, donde se cierre la cadena de valor que vaya desde la producción o extracción de los materiales, hasta la confección de la pieza, su comercialización y la formación de las y los artesanos.
“Llevándolo a un ejemplo concreto, podemos explicar la industria de la lencería, para la cual tenemos garantizada la formación, confección y comercialización; no así la producción de la materia prima, que se convierte en uno de los principales obstáculos para que nuestras artesanas creen piezas de calidad, pues las telas e hilos deben importarse”, explica a SEMlac.
Para aliviar esas dificultades, han creado un proyecto que pretende producir telas e hilos, tanto de algodón como de seda, a partir de la siembra de algodonales, la cría de gusanos de seda y la confección de telares, lo que abaratará los costos de las piezas y hará más accesibles las materias primas de calidad.
La apuesta es que esas economías creativas se conviertan en industrias creativas, para cerrar la cadena de valor desde la producción o extracción de los materiales, la confección de la pieza, su comercialización y la formación de las y los artesanos.
Hay una diferencia entre la actividad artesanal para el consumo propio; la economía creativa, cuando tienes un producto comercializable; y la industria creativa, donde se garantiza que todo el proceso productivo se realice en el mismo lugar y no exista fuga de capitales mediante compra de materias primas o contratación de personal en otros lugares, amplía.
Ello también tiene un impacto en la ciudad, asegura, pues garantiza el desarrollo de otros sectores económicos y una mayor oferta de trabajo.
Para Guzmán Calzada, conservar la tradición resulta relevante, por lo que a la herencia familiar que ha pasado los conocimientos por siglos, de una generación a otra, se une la labor de dos escuelas de formación de oficios, una perteneciente a la dirección de Educación y otra de la Oficina del Conservador.
En esta última enseñan la mayoría de los oficios artesanales de la ciudad a jóvenes de entre 16 y 18 años, quienes reciben además un salario, por ser una escuela taller, con beneficios directos a su economía familiar.
“Otros proyectos en la ciudad impulsan cada año escuelas de verano para niñas, niños y jóvenes interesados en estas labores manuales, entre los que se pueden mencionar Siempre a Mano, Urdimbre o Entre Hilos Alas y Pinceles”, abunda.
Claudia Rebeca Guzmán Calzada, coordinadora de Trinidad ante la Red de Ciudades Creativas, en la esquina derecha.
Esta joven trinitaria de 28 años tuvo a su cargo la responsabilidad de recopilar la información de las instituciones y del equipo de especialistas para el expediente final, en busca de convertir a Trinidad en Ciudad Creativa en Artesanía y Artes populares. Para ella, trabajar con las mujeres artesanas es un reto todavía por completar.
“Aunque llegamos a muchas de estas artesanas con nuestras acciones, estamos seguros que no todas se sienten reconocidas, identificadas o integradas”, valora.
Llegar a otras resulta fácil, gracias a la ayuda y comunicación que se genera entre ellas, pues se unen en proyectos tanto socioculturales como económicos. También se apoyan en líderes naturales, con las cuales trabajan de conjunto, y en organizaciones y empresas como la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas (ACAA) y el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC).
Sin embargo, es complejo abarcar ese gran número de personas y se vuelve muy difícil llegar a conocerlas o poder interactuar con todas, reconoce.
Guzmán Calzada expuso como ejemplo que se ha hecho muy difícil conseguir la firma de la mayoría para el reconocimiento de la lencería como patrimonio nacional. Sin embargo, el placer que experimenta al hacer todo lo que esté a su alcance por la artesanía de la ciudad la lleva a persistir en el reto.
“Mi formación como historiadora me ha llevado a estudiar y comprender el desarrollo de las artesanías en la ciudad y la importancia que han tenido a lo largo de la historia, como uno de sus principales sectores económicos”, comenta. Aunque, sin duda, la clave está en el amor por Trinidad y el gusto por las artesanías, concluye.