OPINIÓN
“Este domingo será un día tranquilo”, me decía ayer.
“No tengo que salir, estaré en casa todo el día, me dedicaré a mí y seguiré haciendo agujeros en las habitaciones para preparar la venida de los libros y las cajas que pronto llevaré de mi antiguo piso del Guinardó”.No sé si podré hacer lo que pensaba. Creo que no será un día dedicado a mí, sino a la Muriel, que ha muerto a la una de la madrugada.
Mis primeros recuerdos más directos de la Muriel Casals son los años 90. Pero ya la tengo presente mucho antes. He recuperado una carta que el 25-3-85 escribía a Antoni Gutiérrez Díaz desde la Corporación Catalana de Radio y Televisión, para la que fue propuesta por el PSUC en 1983 (aunque no votó el Guti en las elecciones al Senado del año 1982, como nos recordó Andreu Mayayo en su artículo a Trabajo del 12-2-15). La Muriel fue a la Corporación de 1983 a 1988:
Estimado Antonio,
Dispone de mi esperanza, que es bastante, y de mi fe, que no es tanta, en tu nueva etapa en la dirección de nuestro partido. Como militante, y desde mi lugar en la CC / RTV, quiero colaborar en la tarea que el PSUC debe hacer para garantizar el avance plural de la sociedad catalana”.
(El Guti había sido reelegido secretario general del PSUC en 1985, en el VII Congreso).
Supongo que debe ser de aquella época un dibujo que guardo de Laia, su hija. Era una niña y yo la entretener mientras Muriel hablaba con Antonio.
Los años 90 Muriel era miembro de la Organización Temática Europa -aquella organización de ICV creada en 1987 que, injustamente y equivocadamente, se dejó morir hasta hacer desaparecer. Casi nunca faltaba, y recuerdo que a veces llegaba corriendo porque venía de algún pueblo de Cataluña, con su Peugeot 2005, de dar charlas o clases de catalán a grupos de personas inmigrantes, en representación de Òmnium Cultural.
A primera hora de la mañana mi hermano y Carme Coll me han comentado que el Rafael Ribó ha hablado en la radio de esta época de la Muriel. Gracias, Rafael. Como has dicho, fue una buena colaboradora del Guti. El capítulo 5 del libro “Europa ante acerca regiones”, de 1994, lo redactó ella, el dedicado al declive de la política industrial.
En 1998 ya era miembro de la Junta del Consejo Catalán del Movimiento Europeo, y en 2000 seguía estando representante ICV, junto con Manuel Mata, del Guinardó. El Consejo Catalán del Movimiento Europeo es una entidad europeísta de la que fueron vicepresidentes el López Raimundo, Enric Pierna y yo misma, así como la Muriel.
Nunca se escondió en aquellos años de trabajo europeísta dentro de ICV de sus ideales independentistas, que explicaba y justificaba con vehemencia. Y esto no fue nunca un problema para nuestro trabajo.
En abril del 96 escribía a Iniciativa y Trabajo un artículo con el título: “¿Diremos adiós a la peseta?”. Sus firmes convicciones europeístas las encontramos en este párrafo final:
“La preocupación por la dificultad de progresar en el terreno de la moneda no nos debe hacer olvidar que la unidad europea tiene un fuerte contenido político. En estos momentos, para avanzar sólidamente en la dirección de una Europa unida necesitamos con tanta o más urgencia una consolidación y una reforma de las instituciones comunitarias para hacer las aptos a ser la autoridad democrática que debe regir la vida de los ciudadanos de Europa”.
Los años 97-98 yo participaba en Radio 4 en un programa que se llamaba “Doce estrellas”. Hacía un comentario sobre la actualidad de la UE y ella, creo recordar que por la misma época, más o menos, hablaba de economía. Allí nos encontrábamos con Montserrat Minobis, Teresa Carreras, Alicia Oliver y María José Ruiz. Años después, en 2000, Josep M. Ribot era el director de la Oficina del Parlamento Europeo en Barcelona, y, como tal, un asiduo del programa. Años más tarde, José María marchó a Bruselas, y cuando venía de vacaciones íbamos a comer en la Barceloneta él, Muriel, Alicia y María José, y como criaturas nos remangábamos y nos metíamos en el agua.
El 2002-2003, siendo vicerrectora de la UAB, se comprometió claramente con el “Foro Cívico por una Constitución Europea”.
Voy escribiendo estas líneas y al correo entran mensajes de amigos comunes. Anoche, Muriel, me llamó la Carmen de la Bodegueta, llorando. ¡Cuántas horas habíamos pasado en esa mesa redonda, tras una reunión!
El presidente de Òmnium ha dicho que, en las discusiones con la Muriel, ella siempre aceptaba alguno de tus argumentos, y es cierto. Para la radio destacan su suavidad en las discusiones y su delicadeza, y es cierto. Sin embargo recuerdo que en uno de esos viajes que hacíamos en Estrasburgo -¡con autocar!- Propiciados por Guti cuando era eurodiputado yo comentaba esto en una comida y el Francisco Roca, que fue director de Nuevos Horizontes, me dijo: “¡Pero tú no conoces la Muriel enfadada!”. Y es que era dulce y delicada, pero también enérgica y se enfadaba, sí, muchas veces.
Su vocación social era innegable, sin caer nunca, pero, ni en el populismo ni en la demagogia. Una de las cosas que más la crispaban eran las acusaciones al independentismo de no preocuparse por los temas sociales y el bienestar de las personas más necesitadas.
Como toda la Organización Temática Europa, no sólo trabajaba los temas europeos sino que implicaba en la vida política global de ICV. Se comprometió con el manifiesto “Impulso a la renovación”, en 1996, durante la IV Asamblea de IC. Fue miembro del Consejo de Política Nacional de ICV.
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La Muriel era elegante, y bonita, muy bonita. Mi madre siempre lo decía: “¡Mira que es bonita!”. Recuerdo que con un amigo común hicimos un viaje de tres días en Lisboa, y que me llegó a roer los celos, porque siempre era ella quien atraía la atención de la gente.
Colaboró con Antoni Gutiérrez Díaz, y siempre lo quiso mucho. Cada 19 de enero me enviaba un correo para que recordáramos juntas su cumpleaños. Cuando, en noviembre de 2014 apareció en ese spot “El 9-N votaré por ti” con una fotografía del Guti, algunas personas lo interpretaron como una instrumentalización de la figura de Antoni para los intereses independentistas. Yo no, y mis amigos saben que defendí. No era una apropiación sino un homenaje. Como ella misma me dijo: “No podemos olvidar a los que nos han enseñado tantas cosas”.
En febrero de 2015 me propició el reencuentro con el Joan Veny, cuando Òmnium le dio el Premio de Honor de las Letras Catalanas. El Joan Veny fue profesor mío de francés en el Instituto Verdaguer, a 5º del bachillerato de épocas remotas, y es él quien me inculcó mi amor al francés y, sobre todo, al catalán.
Cuando dejó ICV ya no nos veíamos tan a menudo. Pero nos escribíamos y nos encontrábamos, y comíamos con el Salvador Milán, en Poblenou. Antoni Gutiérrez Díaz y el Salvador Milán eran -decía ella- “nuestros hombres”.
El 10 de enero del año pasado, siendo presidenta de Òmnium, vino en el Poblenou en el Casino de la Alianza, para asistir como invitada a un acto de la CUP. Quedamos para cenar después, y lo hicimos en la Rambla, comiendo un pan con tomate y jamón delicioso en un restaurante donde, por cierto, un poco más yo me rompo la nariz porque no vi la puerta de cristal de la entrada . Recuerdo que en este encuentro me explicó muy sinceramente cómo veía ella “el proceso” y hasta me hizo algunas confidencias sobre su relación con la actual presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell.
Era sencilla hablando y usaba palabras sencillas. Creo que fue ella la primera a quien yo oí hablar de un país “normal”. Y me hizo mucha gracias leer en Vilaweb, el 18 de septiembre de 2012, esto: “Como catalana, me gusta más el Carrillo viejito que no el Carrillo de joven”.
Las primeras diferencias las tuvimos en 2006, cuando fue una de las impulsoras del grupo “Economistas por el NO”, en referencia al nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña. Luego, con el proceso independentista.
Pero nuestros correos no desaparecieron nunca. En marzo de 2015, por invitarme a la celebración de su próximo 70 aniversario; de vez en cuando, para decirme que se iba unos días en Londres para hacer de abuela, abuela del Max, del que me enviaba fotografías; otro para decirme que había decidido dejar el pelo blanco; y también para comunicarme la muerte de su madre. Y no eran correos exclusivos para mí. La Muriel comentaba sus vivencias personales con los amigos. Era una persona abierta. Y sabía escuchar y sabía preguntar, y siempre se interesaba por saber la opinión del otro. Es una buena costumbre que pienso que estamos perdiendo.
Yo le escribí cuando se murió su hermana.
Y siempre me ayudaba cuando una frase en inglés se me resistía.
En 2008 asistió al homenaje al López Raimundo, y en 2011 formó parte del grupo promotor del acto “La dignidad de la política”, en recuerdo de Miguel Núñez.
Y, en otro orden de cosas -o quizá no-, en 2013 fue a la celebración de los 60 años del Salvador Milán.
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Muriel, este domingo ha sido todo para ti y no he hecho nada de lo que pensaba hacer. He escrito estas páginas deprisa, y espero que la memoria no me haya traicionado en nada. Sé que a partir de mañana me vendrán más recuerdos tus en la cabeza, y los apuntaré también, por no olvidarlos, para no olvidarte.
El revuelo que tengo en casa me ha servido para recuperar una postal que me enviaste en 1994 desde Marruecos. Me decías: “Para coger fuerza para nuestra campaña (te referías a las elecciones europeas) paso unos días de vacaciones aquí. A veces parece muy lejos de Europa, otras veces muy cerca”.
Abrazos, como decías tú.
