jueves 07 noviembre 2024

jueves 07 noviembre 2024

Periodista y escritora

Las mujeres que no amaban a los hombres

  

Periodista y escritora

 

OPINIÓN

Hace unos días Clara Serra, a través de las páginas de El País, instaba al feminismo a bajar su contundencia porque su supuesta belicosidad estaba echando a los hombres literalmente en brazos de la reacción ultraderechista.

Con mucho tacto se hacía preguntas sobre cómo podíamos ayudar a los hombres en sus angustias, sus miedos, sus tribulaciones en una sociedad “en la que la precariedad económica ha hecho especialmente imposible que los hombres puedan cumplir con los imperativos de la masculinidad tradicional”. ¿Cómo se puede seguir siendo “un hombre de verdad” en una sociedad que los señala, los devalúa y los culpa sin atender a sus sufrimientos? ¿Cómo es que las feministas no estamos preocupadas por los altos índices de suicidio masculino, los accidentes de tráfico que se ceba en ellos o las muertes violentas que padecen, y dejamos que sea la derecha la que recoja estos preocupantes indicios de malestar? Qué malas pécoras, se podría añadir.

Voy a tratar de contestar a nuestra interpelante, porque de alguna manera de su artículo se desprende la responsabilidad de las feministas en el auge de la extrema derecha, algo que ya viene siendo un lugar común desde que la inefable Judith Butler (otra vez ella, que siempre está a la cabeza de todo), lo pusiera de relieve en una entrevista The Guardian y que otras repiten como loros.

Pues porque mientras Clara Serra se preocupa y nos insta a preocuparnos por los suicidios masculinos o las muertes de hombres en accidentes de tráfico (algo que en sí mismo es una decisión del individuo, en el primer caso, o una situación involuntaria en el segundo) estamos preocupadas por nimiedades como que en España son asesinadas un promedio de 50 mujeres al año por parte de sus parejas, y muchas más por individuos que interceptaron su paso y se sintieron con el derecho de acabar con su vida, como es el caso de Esther López, y antes los de Diana Quer, Laura Luelmo, Marta del Castillo, Rocío Wanninkhof, Sonia Carabantes, y muchas otras cuyos nombres han quedado en el olvido.

En América Latina, 4.091 mujeres fueron asesinadas por hombres en 2020, según La Cepal, y en otras partes del mundo sigue habiendo asesinatos terribles de mujeres a diario, como el del reciente marido despechado que decapita a su esposa (17 años) y pasea su cabeza públicamente por la ciudad como manera de reparar su honor. La ONU dice que el 35% de las mujeres del mundo sufre violencia física y llega hasta el 70% si se incluye la sexual. Da la casualidad de que todas estas mujeres no se asesinan a sí mismas, sino que lo son por mano de esos hombres que tanto sufren porque están perdiendo su estatus. Clara Serra también olvida que no son las mujeres, sino unos hombres los que ejercen violencia contra otros hombres.

Mientras Clara Serra se preocupa por los accidentes de tráfico de los hombres, las feministas nos preocupamos porque dos de cada diez hombres (y cada vez más jóvenes), recurran a la prostitución en España, sin que les preocupe lo más mínimo cómo han llegado esas mujeres a la prostitución, si su situación es forzada, si son menores de edad, si están padeciendo esclavitud. Y que cada vez se exigen prácticas más arriesgadas, que previamente han visto en la pornografía, ese inocente entretenimiento que nutre la imaginación de la juventud y que luego se manifiesta en una sexualidad cada vea más violenta.

Mientras Clara Serra se preocupa porque la crisis económica impide a los hombres seguir siendo “un hombre de verdad”, las feministas nos preocupamos porque las mujeres se empobrecen cada vez más, que ganen menos y tengan una tasa de paro más alta (14,7%) que los hombres (11,5%) en 2021. Mientras las mujeres dedican una media de 20 horas semanales a tareas domésticas o de cuidados, los hombres dedican 11, según el INE.

Y así podríamos seguir dando datos motivo de preocupación por los que las feministas hemos descuidado un poco los sufrimientos masculinos. Si en lugar de proyectar las angustias de los hombres en la falta de comprensión de las mujeres, los varones se cuestionaran su propio papel en la sociedad, entendieran y asumieran que la violencia no la ejercen “monstruos” sino hombres sanos socializados en una cultura que les otorga esa prerrogativa; si dejaran de acudir a la prostitución porque asumieran que el sexo no hay que pagarlo; si compartieran al 50% las responsabilidades domésticas; si dejaran de ver a las mujeres como objetos sexuales para su disfrute y las vieran como iguales; si denunciaran a voz en grito en lugar de justificar las declaraciones de un individuo como Carlos Santiso, del Rayo Vallecano sobre la “necesidad de coger a una”, como los de la Arandina, para fomentar el espíritu de grupo.

En una palabra, mientras los hombres ni entiendan, ni comprendan, ni compartan las justificadas razones que tenemos las mujeres para quejarnos, las feministas vamos a seguir defendiendo un feminismo combativo en el que nosotras seamos las protagonistas. Que sí, que los sufrimientos de los hombres son muchos, pero los de las mujeres son infinitamente peor. Y que encima nos acusen de fomentar la ultraderecha. Un poquito de por favor.

 

 

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Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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