sábado 20 abril 2024

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Lanzarse bajo los caballos

 

 

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OPINIÓN

El público de los cines Floridablanca en Barcelona saludó con un aplauso emocionado el final de la película Sufragistas hace un par de semanas.

Me sorprendió y reconforto al mismo tiempo: había razones de sobra, ver durante dos horas los sufrimientos, las renuncias, los agravios y las dificultades de las mujeres de hace un siglo para conseguir el sufragio universal encoge el corazón. Pero, a la vez, su dignidad, nobleza y valentía son lo que nos ha permitido a nosotras estar hoy aquí. A mí, escribiendo este artículo; a ustedes, si son mujeres, leyéndolo con espíritu crítico. Y en nuestras políticas, ejerciendo sus funciones en el ámbito público en pie de igualdad con los hombres … o no?

Estos últimos días me han hecho dudar de la igualdad supuestamente alcanzada en el ámbito político. Y no lo digo por nuestras esforzadas representantes de todo el arco ideológico sino, precisamente, por los insultos que muchas de ellas han tenido que sentirse decir sólo por el hecho de ser mujeres cuando ellas creían que estaban en una contienda política. Algunas los reciben por ser supuestamente guapas, otras por ser feas, o gordas, o insatisfechas sexualmente … Todo un sinfín de descalificaciones que no tiene otro objetivo que desacreditar personalmente e intelectualmente las mujeres.

Las políticas catalanas no son, ni mucho menos, las primeras mujeres a recibir insultos cuando sus oponentes no tienen argumentos racionales para debatir. La brillante Mary Wollstonecraft, la madre del feminismo, recibió todo tipo de insultos, incluso se la llamó “hiena con faldas” durante cerca de un siglo. Su pecado no había sido otro que atreverse a argumentar públicamente contra el filósofo ilustrado Jean-Jacques Rousseau, aquel que había dicho en su tratado de educación Sofía que las niñas se las había que interrumpir en sus juegos sin motivo para que se fueran acostumbrando a la irracionalidad y los agravios de su marido sin quejarse. Por su parte, la admirada Simone de Beauvoir fue acusada de mulier virilis, y el mismo epíteto había recibido George Sand antes de que ella y tantas otras como la misma Concepción Arenal. Todas ellas fueron mujeres con voz propia, transgresoras, independientes, que rompieron los estereotipos que se esperaban de ellas en un mundo en el que el margen de actuación femenino era muy estrecho y estaba rígidamente definido y confinado dentro del hogar.

En la actualidad las democracias se han dotado de leyes que amparan la igualdad de oportunidades, incluida la flamante ley catalana para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, aprobada hace unos meses. Pero cuando se observan reacciones como las que estamos analizando hoy nos damos cuenta de que aún perviven, muy al fondo de las estructuras de la personalidad, elementos de opresión y desigualdad. Aquellas personas que mantienen vivo el sistema patriarcal no pueden tolerar que las mujeres se erijan como iguales y por eso las agreden, sea con la palabra o físicamente.

Cuando una persona está discutiendo con otra en el terreno de las ideas la está tratando en pie de igualdad porque interpone unos argumentos a otros de diferente signo, son dos mentes en liza. En cambio, cuando un hombre insulta a una mujer por su aspecto físico en respuesta a un posicionamiento político, está cosificando-la, considerando automáticamente su cuerpo un objeto sobre el que tiene el derecho a opinar, mofarse, que puede ridiculizar y agredir. Todo esto son comportamientos que practican partes los grupos opresores sobre los oprimidos, en este caso, los hombres con comportamientos machistas sobre las mujeres rebeldes, las que rompen con la obediencia servil tradicional femenina. Por eso los insultos a las mujeres significan una muestra más de violencia machista y son absolutamente intolerables en nuestra sociedad.

Las mujeres que formamos parte de Feministas de Cataluña hemos declarado nuestro rechazo más contundente a estos hechos y queremos expresar nuestro apoyo a las mujeres de todo el espectro ideológico que están sufriendo acoso público mientras ejercen sus responsabilidades con valentía y dignidad. Exigimos también que sean perseguidos los actos de violencia hacia las mujeres en cualquier medio, incluidas las redes sociales, que ahora parecen impunes a estos requerimientos. Y pedimos a todos los gobiernos y la sociedad civil que se impliquen profundamente en la erradicación de estas agresiones. Ningún futuro mejor es posible si las mujeres no ocupan el lugar que merecen. Y sería un poco triste el siglo XXI que volver a lanzarse bajo los caballos, como nuestras antepasadas sufragistas, para lograr tener voz y la plenitud de derechos como seres humanos.

 

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Amada Santos

Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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