Carol. youtube
El reciente estreno de la película Carol, de ToddHaynes, nos brinda una magnífica oportunidad para releer o descubrir la novela homónima de Patricia Highsmith en la que se inspira el filme. Es una historia de amor lésbico que, como tantos otros libros de la escritora norteamericana, parte de su propia experiencia.
“Ningún escritor revelaría jamás su vida secreta, sería como desnudarse en público”, anotó Highsmith en uno de sus cuadernos en 1990. Pero su infancia, sus amores, sus obsesiones aparecen en muchas de sus novelas y relatos y de ellos habla profusamente en los 38 cuadernos y 18 diarios, que, entre otra documentación, legó a su editorial suiza Diogenes. Conocemos buena parte de su contenido gracias a la labor de su biógrafa Joan Shenkar y la del escritor y periodista alemán Paul Ingendaay.
Carol (Anagrama, quinta edición, 2015) narra el amor entre Therese Belivet (Rooney Mara en la película) y Carol Aird (Cate Blanchett). Se conocen en unos grandes almacenes de Nueva York, en los que Therese trabaja como vendedora y Carol le compra una muñeca. La chispa surge inmediatamente. Algo parecido le pasó a Highsmith. Lo cuenta en el prólogo: “La inspiración de este libro me surgió a finales de 1848, cuando vivía en Nueva York. Había acabado de escribir Extraños en un tren [su primera novela], pero no se publicaría hasta finales de 1949. Se acercaban las navidades y yo estaba un tanto deprimida y bastante escasa de dinero, así que para ganar algo acepté un trabajo de dependienta en unos grandes almacenes de Manhattan[…]”.
Una mañana apareció una mujer rubia y sofisticada, con un abrigo de visón. Le causó un gran impacto. Parecía irradiar luz. “[…] me sentí rara y mareada, a punto de desmayarme, pero al mismo tiempo sentí una elevación del espíritu, como si hubiera tenido una visión”.
Esa misma noche escribió ocho páginas en uno de sus cuadernos. En Carol, no hay asesinatos ni violencia física, pero sí todos esos elementos que hacen tan perturbadoras las novelas de Highsmith, maestra en convertir lo cotidiano en inquietante y angustioso. Quien mejor la ha definido es Graham Greene, en el prólogo que escribió para Once, su primer libro de relatos. “Ha creado su propio mundo, un mundo claustrofóbico e irracional, en el cual entramos cada vez con un sentimiento de peligro personal, con la cabeza inclinada para mirar por encima del hombro, incluso con cierta renuencia, pues vamos a experimentar placeres crueles, hasta que, en algún punto, allá por el capítulo tercero, se cierra la frontera detrás de nosotros, y ya no podemos retirarnos”.
Seguimos los pasos de Therese y Carol con la sensación permanente de que algo terrible va a pasar. Emprenden un viaje hacia el Oeste que más parece una huida. Carol se halla en medio de un proceso de divorcio en el que se juega la custodia de su hija. Lleva una pistola. Las sigue un detective contratado por el marido.
Therese es el alter ego de la escritora. Carol se inspira en la apasionada relación que mantuvo con Virginia Kent, una mujer de la alta sociedad, divorciada a la que le arrebataron la custodia de su hija. Reencontramos a Virginia en El temblor de la falsificación.
Patricia Highsmith (1821-1995) no lo tuvo fácil con esta novela. Cuando Hitchcock compró los derechos de Extraños en un tren (1951), su editorial, Harper&Bros, se entusiasmó y le pidió otra “novela Harper de suspense”. No les gustó nada The Price of Salt, título original de Carol, y la rechazaron. Finalmente, la pudo publicar en otra editorial, en 1952, bajo el seudónimo de Claire Morgan. Al año siguiente, la edición en bolsillo obtuvo un gran éxito, pero hasta 1984, no apareció una edición revisada y no permitió que se publicara con su título verdadero y firmada con su propio nombre hasta 1990.
En las ediciones de 1984 y de 1990, en sendos prólogos, da cuenta de las dificultades que tuvo para publicar Carol. En 1984, escribe: “La novela homosexual de entonces (década de los cuarenta y principios de los cincuenta) tendía a tener un final trágico. En general, solía tratar de hombres. Uno de los personajes principales, si no ambos, tenía que cortarse las venas o ahogarse voluntariamente en la piscina de alguna bonita mansión, o bien tenía que decirle adiós a su pareja porque había decidido elegir la vía recta. Uno de ellos (o de ellas) tenía que descubrir el error de sus costumbres, la desdicha que le esperaba, y tenía que conformarse para…¿qué? ¿Para qué le publicaran el libro? ¿Para garantizarle al editor que nadie le pondría el ojo morado por haber defendido la homosexualidad?”.
Más adelante, añade: “En 1952 se dijo que The Price of Salt era el primer libro gay con final feliz”. Feliz del todo, no, pero sí Therese y Carol emprenden un futuro juntas, por mucho que hayan perdido en el camino.
Highsmith sabe de lo que habla, porque sufrió la intolerancia en carne propia. Habla en sus diarios de su homosexualidad. Cuenta que a los 12 años sentía que era un chico con cuerpo de chica. Cuando el escritor Marc Brandel le pidió que se casaran se lo tomó tan en serio que acudió a un psicoanalista para ver si podía “normalizarse sexualmente”. La trató como un caso psicológico. Salió peor de lo que había entrado. Afortunadamente, con el tiempo hizo con su vida lo que quiso.
Al margen de los problemas, Carol es una excelente novela de suspense psicológico. Sólo tiene un peligro, como todas las novelas de la escritora: se entra en el perturbador territorio Highsmith y de ahí es difícil salir.