OPINIÓN
El jueves 27 de octubre se celebró en Barcelona el debate preelectoral sobre cooperación internacional con representantes de las principales fuerzas políticas del país. El acto estaba organizado por Ágora Norte-Sur y la Confederación Catalana de ONG. Poco público y pocas caras nuevas, pero no sabría decir si la carencia de interés de la sociedad por la cooperación internacional es real o la opacidad de estos actos influyen decisivamente en su poca concurrencia.
La mayoría de las fuerzas políticas estaban representadas, y quedó claro desde el inicio de sus presentaciones que se trataba de unas elecciones generales al Congreso de los Diputados. Es decir, de hacer política en Madrid y… de entrada, esto no nos tendría que sorprender. Pero confieso que a mí, un poco sí me sorprendió. Nos podemos preguntar si estamos escogiendo nuestros representantes en Madrid para hacer política en Madrid y en España, o si los diputados que nos representan en Madrid están para influir y mejorar las políticas que afectan a Catalunya. También nos podemos preguntar si la cooperación española es diferente de la catalana. O si estamos destinados a pensar y hacerla del mismo modo. O, al contrario, podríamos responder diciendo que tenemos otras maneras de entender la cooperación, visiones diferentes del mundo y de sus realidades diversas. Y si bien sabemos que las políticas de coherencia son esenciales para la eficacia de la ayuda, estas no pueden ser una excusa para intensificar el centralismo, tal y como advirtió el representante de CiU, Carles Campuzano.
Ningún representante habló de la actual situación de la cooperación catalana, ni se comentó el recorte de los presupuestos, ni como en general está afectando a las entidades y a los trabajadores y trabajadoras del sector; todo ello, una prueba más de la distancia entre ser diputado del Congreso o diputado del Parlamento de Catalunya. Me habría gustado escuchar como desde el Congreso de Diputados se puede defender la cooperación descentralizada, e incluso optar en fortalecerla y dejarla en plano de igualdad. Parece que la crisis ha optado por un camino diferente: recortamos la cooperación descentralizada y desde Madrid, mediante la AECID, ya se desarrollará la cooperación internacional. Española, pero no catalana.
Todos los mensajes fueron parecidos, excepto el del Partido Popular, la representante del cual, Susana Clerici, parecía más preocupada en invitar a otros actores de la sociedad que de explicar las líneas estratégicas de su partido en materia de cooperación internacional. Laia Ortiz, de ICV-EUiA, fue excesivamente generalista, y Meritxell Batet, del PSC, tuvo la mirada puesta en el pasado y no en el futuro. Y lo tenía relativamente fácil, porque la cooperación internacional de los últimos años y hecha desde Madrid no tiene nada que ver con la de otras épocas.
Pero, en general, faltó pasión, y sobre todo faltó ponerle valor a la justiciabilidad de los derechos. El preguntarse el porqué de la pobreza, de las responsabilidades de unos y otros, y el porqué del aumento de las desigualdades. Parece complicado cuestionarse el sistema, o evidenciar que las cosas no van bien. Reconozco que el representante de ERC, Joan Tardà, se acercó, y fue el único en pronunciar palabras como “expolio” o “crisis del capitalismo”.
Tampoco se habló de reconocimiento o del aporte de las mujeres: la crisis nos esconde todavía más. La igualdad de género fue mencionada casi por cortesía, no fue en ningún caso una lucha de ningún representante político. Parecemos un colectivo marginal, y nunca nos representan como lo que somos: la mitad de la población mundial. Obviar las desigualdades de género en la pobreza equivale a obviar las causas estructurales de las desigualdades y de la pobreza en sí misma; equivale a obviar las soluciones. Sin las mujeres no es posible el desarrollo, sin las mujeres otro mundo no es posible y sin las mujeres cualquier cooperación está abocada al fracaso.
Ninguna referencia tampoco a la actual crisis de hambre que sufre África, a los precios de los alimentos; ninguna referencia al papel de las mujeres en los procesos de paz, ni a crisis olvidadas, también olvidadas por ellos y ellas. Ninguna mención de los tratados y compromisos internacionales. Coincidencias entre las presentaciones, en las transparencias y en los resultados. A pesar de que no quedó claro si la música que lo medirá será la de Wagner o la de Bach.
Insisto, una cooperación sin pasión y en clave española es lo que escuché. Un acto donde nadie legitimó las personas del sur, ni su derecho de reclamar justicia política, civil y social.
