jueves 25 abril 2024

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Periodista y escritora

Furor Trans

 

 

Periodista y escritora

 

OPINIÓN

Es de admirar que en tan poco tiempo (hace 5 años apenas se hablaba del tema) tanta gente acepte como la cosa más normal del mundo que las personas puedan decidir ser hombre o mujer por su mera voluntad, al margen del sexo biológico que se tenga.

 

Que esto lo defienda la generación más joven, vehemente, como suele ser la juventud, idealista, y por qué no, un poco ingenua, lo puedo entender. ¿Quiénes somos nosotros para decirle a nadie lo que tiene que sentir? Se preguntan. Nadie, no somos nadie, y hasta ahí todos de acuerdo.

Más me cuesta entender que medios de comunicación, instituciones, entidades, partidos, asociaciones, comentaristas, etc. tan conservadores y convencionales en otros temas muestren tal furor en la defensa de la libre autodeterminación de sexo, bombardeo que nos llega por tierra, mar y aire. Me admira que personas que entenderían que para hacer cualquier petición o solicitud, trámite o gestión tengamos que presentar multitud de papeles y pruebas, desde pedir una hipoteca, a solicitar una beca, un reconocimiento de discapacidad, renovar el carnet de conducir, acceder a una nacionalidad, votar en unas elecciones, en fin, para cualquier trámite administrativo se vea razonable que haya que presentar documentos acreditativos, y que en cambio se considere normal que se pueda ir al Registro Civil a cambiar de sexo con la sola palabra de la persona interesada. Como diría Tirant lo Blanc es cosa digna de admirar.

¿Tan irrelevante cree la gente que es el sexo como para cambiarlo a voluntad? Si aparte de pretender ser más papistas que el Papa leyeran, miraran un poco más allá de su ombligo, y se documentaran sobre lo que está ocurriendo en otros países, quizá, solo quizá, se darían cuenta de las consecuencias nada deseables que esta defensa acérrima del sentimiento interior llevado a la legislación puede tener no solo para las mujeres, sino especialmente para la infancia e incluso para las propias personas transexuales.

Quizá se dieran cuenta de que esta actitud tan laxa, tan comprensiva y empática sobre la autodeterminación de sexo es resignificar lo que es ser hombre y mujer, al menos tal y como lo hemos conocido durante al menos 3.000 años de historia. Ser hombre o mujer ha comportado una experiencia de vida diferenciada, en la que el cuerpo sexuado ha sido la base material que ha constreñido y limitado las posibilidades de realización de las mujeres a la vez que ha potenciado las de los hombres. Toda esta experiencia diferenciada parece que se disipa como por ensalmo con solo alterar un dato en el Registro Civil.

Por otra parte, si el sexo no importa a la hora de ser hombre o mujer ¿qué necesidad hay de seguir registrando este dato al nacer? ¿Por qué no registrar los géneros? desde el no binario, pasando por el gender-fluid, transgénero, transexual, andrógino, gendercuir, neutrois, pangénero, etc. Remito a la muy científica Tinder para un listado completo. Si se puede ser hombre o mujer a voluntad (o simplemente individuos, porque los conceptos hombre o mujer dejan de tener sentido) todas estas personas tan comprensivas con la autodeterminación de sexo se supone que aceptarán que los deportes pasen a ser mixtos en todas sus modalidades, sin atender a edad, peso, sexo u otras características; que las enfermedades se traten sin diferenciar, sabiendo como se sabe que se manifiestan de forma diferente en los cuerpos sexuados; que las estadísticas no se desagreguen por sexos; que las cuotas o cupos para equilibrar la desigualdad desaparezcan o puedan ser ocupadas por cualquiera y otras muchas consecuencias en las que parecen no reparar todos estos valedores de la autodeterminación. Esto está pasando ya en algunos países, y puede ser observado por cualquiera que no tenga una venda en los ojos o no siga a pies juntillas la nueva religión.

En definitiva, todos seremos personas indiferenciadas. El ser humano no tendrá más que una versión –no es casualidad que recuerde la imagen neutra sin rostro ni sexo del filonazi Martin Heidegger – y, como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, esta encarnación será a imagen y semejanza del varón. Como estableciera Protágoras, el hombre vuelve a ser la medida de todas las cosas 3.500 años después. Vamos bien.

 

 

 

*Publicado en Publico

 

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Amada Santos

Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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