Las mujeres hacemos bien en analizar y denunciar todo el camino que nos queda por recorrer en nuestra casa. Pero el trabajo que nos queda por hacer aquí no debería hacernos perder de vista las luchas en que participan, con muchas más dificultades que las nuestras, compañeras de todo el mundo.
Porque si aquí avanzamos lentamente, han países donde el feminismo o el derecho a ser una mujer libre no avanzan, o quizás son tanto pequeños y lentos los cambios que no resultan visibles. Guatemala y Marruecos serían dos ejemplos de países donde las mujeres no pueden desarrollarse plenamente y con normalidad como seres humanos
La violencia misógina en Guatemala es un mal endémico que si bien esta relacionada directamente con la pobreza que sufre el país, también es consecuencia de una guerra y de una etapa de post-guerra no superada. La violencia contra las mujeres disfruta de un amparo institucional que justifica el feminicidio, un discurso que se va construyendo en la propia sociedad, donde se legitima la violencia y se justifican los planes de seguridad del país.
El anti-feminismo y siglos de culturas patriarcales imposibilitan el camino hacia la igualdad. Por ello tiene el valor que tiene el discurso y la acción de María José Sian del Centro de Acción Legal por los Derechos Humanos de Guatemala. Una voz que nos explica como las mujeres políticas de Guatemala, además de ser una minoría, son claramente favorables a mantener las mujeres a un papel puramente asistencial y del cuidado. También las mujeres indígenas que si bien lideran e impulsan movimientos sociales no miran internamente su propia cultura que es claramente desigual. Guatemala, según UNICEF es uno de los lugares más peligrosos del mundo para las mujeres, además de ser un país que viola constantemente sus derechos humanos.
Por su parte, la activista Zohro Koubia de la Asociación Marroquí en Derechos Humanos denuncia que las primaveras árabes han sido una contra-revolución para los derechos de las mujeres que sufren verdaderos pasos atrás. En el caso de Marruecos donde la desigualdad ya existía, se ha incrementada por una nueva inseguridad jurídica y judicial. El artículo 19 de la nueva constitución establece que el gobierno “intentará” proteger la igualdad, olvidando la obligatoriedad y siempre que no sea contraria a las leyes del Islam. Además, se ha otorgado al poder judicial la facultad de dictar sentencias siguiendo criterios discrecionales. Así pues, las mujeres en Marruecos no disponen, hoy, de ningún marco jurídico y ni de ninguna garantía judicial que las proteja.
La constitución sería el marco general, pero también encontramos códigos o leyes que limitan profundamente la libertad, y en el caso del Marruecos sería el Código de Familia claramente contrario a la libertad y a los derechos esenciales de las mujeres. Se trata pues de un manual jurídico de opresión y de manipulación de los hombres hacia las mujeres. El divorcio deja a las mujeres sin la custodia de los hijos, sin ningún derecho patrimonial y ni compensación económica. Sigue existiendo la poligamia. En cuanto a los violadores de niñas pueden esquivar la prisión si se casan con la víctima, y en el caso de las violaciones a mujeres adultas -si estas no pueden demostrar el delito – serán condenadas a dos años de prisión mientras que los hombres condenados de violación sólo deben que cumplir tres meses. Respecto a la herencia, las mujeres sólo pueden heredar una tercera parte del patrimonio familiar pero la demanda de esta parte genera tantos conflictos familiares que es un derecho raramente ejercitado. Se calcula que el 66% de las mujeres entre 18 y 55 años sufren violencia de género y aproximadamente el 50% proviene del entorno familiar.
Estos dos testimonios fueron posibles gracias al trabajo y la buena organización de ACSUR, organización que trabaja para implementar estrategias feministas en los programas de las ONGD y en ejecutar proyectos en pro de la igualdad.
Ahora que hemos identificado nombres, personas y organizaciones que nos permiten imaginar futuros mejores sólo nos queda ponernos a trabajar o no dejar de hacerlo cómo hasta ahora. Por las mujeres de allá. Y por las de aquí.
