OPINIÓN
Así es, acaba de comenzar un año nuevo. Todavía casi sin estrenar, pero lleno de esperanzas porque cambien algunas cosas.
Esperanzas que no han de confundirse con falsas expectativas. Sé, mejor dicho las feministas sabemos que el año nuevo, por sí solo no va a cambiar nada. Pero al menos nos queda esa esperanza, a veces fugaz, de que quienes nos gobiernan tomen por fin consciencia de la verdadera dimensión de lo que el patriarcado está haciendo con la vida de las mujeres y las niñas.
Ejemplos los tenemos a raudales para mostrarles el camino de los cambios. Otro asunto bien diferente es que nos quieran hacer caso. Pero eso ya es harina de otro costal, como muy bien dice el refrán.
Pero por si esto sirve de carta a los Reyes Magos (o Reinas Magas que nunca se sabe) vayan unos cuántos de esos ejemplos para intentar un 2017 más igualitario y más equitativo.
En el ámbito educativo estaría bien derogar la LOMCE y volver a introducir la asignatura de educación para la ciudadanía para proponer al alumnado temas relacionados precisamente con eso, con la ciudadanía. Y de ese modo promover pensamientos menos acríticos con la sociedad en la que viven, mejor dicho vivimos. Y enseñarles a pensar y a cuestionar sus entornos. Pero que aprendieran a hacer críticas constructivas para que puedan proponer soluciones a los problemas que detecten. Y, al mismo tiempo, que manejen herramientas que les ayuden a desenmascarar la falsa igualdad entre mujeres y hombres que pretenden “vendernos” desde algunas oligarquías partidistas o desde algunos medios de comunicación generalistas. Y, también, que aprendieran a detectar la violencia en cualquiera de sus modalidades y a neutralizarla. Sobre todo la violencia machista. Que al detectarla no solo la rechazaran y condenaran, sino que también aprendieran a erradicarla. Y sí ya sé que quizás sea un pensamiento utópico, pero las utopías de ayer son las realidades de hoy.
En el ámbito sanitario, estaría bien un mayor grado de implicación investigadora sobre los cuerpos y vidas de las mujeres, para poder acertar y tratar con efectividad las enfermedades de las mujeres con sus peculiaridades específicas en cualquier etapa de sus vidas, porque ya sabemos que los efectos de los medicamentos no actúan igual en organismos masculinos que en femeninos y por eso reclamamos que, siendo más de la mitad de la población mundial, se tengan en cuenta nuestras necesidades fisiológicas a la hora de ser tratadas con medicamentos sintéticos.
En este año entrante estaría muy requetebién que nuestros machos alfa gobernantes se pusieran las pilas y, dejándose asesorar por colectivos feministas, iniciarán los trámites para poner en marcha un gran Pacto de Estado contra las violencia machistas que cada año asesinan a demasiadas mujeres e incluso criaturas. Porque incluso una sola mujer asesinada es demasiado. Porque nos merecemos una vida digna y sin violencias de ningún tipo. Al igual que nuestras criaturas. Porque nuestras vidas de mujeres son igual de importantes que las suyas.
En el ámbito del empleo sería muy conveniente poner en práctica aquello de “remover obstáculos” para que las brechas salariales, las segregaciones horizontales, verticales así como los suelos pegajosos y los techos de cristal pasaran a mejor vida y se hiciera un verdadero esfuerzo por medir lo que realmente aportamos las mujeres trabajadoras al mercado laboral y realmente se valorara.
De igual modo que sería muy interesante valorar y tener en cuenta, no solo para el PIB, el trabajo doméstico y de cuidado que se viene realizando por tantas mujeres y que actualmente está tan desvalorizado. O el que realizan las empleadas de hogar y su situación tan precaria e injusta por lo que a condiciones laborales se refiere. O la desigualdad que impregna a las mujeres que trabajan en los campos y que normalmente, aparte de trabajar en los espacios rurales han de ocuparse también de las intendencias familiares. Las segundas y terceras jornadas laborales que afrontamos las mujeres trabajadoras deberían ser tenidas en cuenta a la hora de cotizaciones, por ejemplo.
El 2017 también debería ser el año de un gran reforma electoral e incluso constitucional que nos acercara a una democracia más paritaria, porque no podemos olvidar que sin las mujeres, no existe democracia real, por mucho que se empeñen algunos machirulos que nos gobiernan. Y nuestras instituciones siguen siendo patriarcales. Y a las mujeres esa situación nos pesa como una losa. Y por eso hay que cambiarla para incluirnos en una situación de equidad real. No se puede afirmar que vivimos en una democracia cuando en realidad lo que tenemos es una representación sesgada de lo que realmente es la sociedad actual en la que las mujeres somos más de la mitad de la población pero no llegamos a estar en las instituciones de manera equitativa.
En estos días de celebraciones festivas corremos el riesgo de olvidarnos de las mujeres “invisibles”. Aquellas que en raras ocasiones aparecen en los titulares de los medios si no, en los apartados de sucesos. Y me refiero a las mujeres prostituidas o a las mujeres privadas de libertad. Ellas existen y tienen derechos, pero en demasiadas ocasiones se nos olvidan.
No podemos olvidarnos que la mayoría de las mujeres prostituidas son mujeres tratadas, mujeres a quienes se les usurpa no solo su voluntad o sus pasaportes, también intentan arrebatarles su dignidad humana en aras a beneficios de gentes sin escrúpulos que las utilizan como materia prima de un negocio asqueroso al servicio de los deseos de un patriarcado miserable.
Tampoco sobraría en absoluto que se avanzara hacia la toma de medidas legales para que, al igual que se pueden prohibir asociaciones que incitan al odio y al racismo, se comenzaran a plantear esas mismas medidas para aquellas asociaciones religiosas que predican el odio hacia las mujeres y que llevan en sus libros llamados “sagrados”, ese mensaje de odio y misoginia que comporta que sus discursos estén impregnados de desigualdad y de una exigencia continuada de sumisión y subsidiariedad hacia el patriarcado que ellos tan bien representan. Y me da igual que lleven faldas largas y negras, barbas y gorras o tirabuzones colgando y sombreros negros. Todos representan lo peor del patriarcado
Como he dicho al principio, esto puede parecer la carta a los Reyes Magos o Reinas Magas, pero son medidas que, con voluntad política y sin miedos electoralitas podrían perfectamente ser impulsadas. Pero claro, ahí están los miedos o, quizás mejor cabría decir los intereses electoralistas y de todo tipo que se anteponen siempre a la construcción de una sociedad más igualitaria, justa y equitativa, que considerara las vidas de las mujeres y sus necesidades, igual de importantes que las de los hombres.
Esperemos que este nuevo y recién estrenado año nos permita a mucha y buena gente seguir con el compromiso de la denuncia de las injusticias y desigualdades de todo tipo en aras de construir un mundo más justo para quienes vienen detrás. Al menos esa es mi intención.
Muy feliz 2017 a toda la buena gente que busca hacer este mundo más justo, equitativo, igualitario y, por extensión, más habitable.