La documentalista Anabel Campo ha recogido cuatro de estas historias de reconstrucción vital en México en su documental “Amor, desamor y exilio”, estrenado el pasado 2 de mayo en los cines Girona, de Barcelona.
La documentalista Anabel Campo. Foto: Lidia Vilalta.
Miles de personas huyeron de España a raíz de la guerra civil que sufrió entre 1936 y 1939. Francia concentró a muchos de ellos en unos campamentos que se alejaban mucho de lo que entendemos como una acogida digna. Más o menos, como trata Europa hoy a las cientos de miles de personas refugiadas que han llegado en los últimos meses y años huyendo de conflictos como los de Siria, Yemen o Somalia o el hambre y la inseguridad de un buen puñado de países asiáticos y africanos.
En cambio, el México de Lázaro Cárdenas les abrió sus puertas. Ese país tenía, en aquellos momentos, un presidente con el corazón y el sentimiento humanitario que falta hoy a los gobernantes europeos. Fue, un poco, la Ángela Merkel de entonces e incluso envió barcos a buscar a los refugiados que querían rehacer sus vidas en tierras mexicanas.
Rehacer la vida es una expresión genérica que se concreta de forma diferente en cada caso. ¿Cómo están rehaciendo sus vidas las y los refugiados sirios que hoy están en Berlín o Barcelona? Cada persona, cada pareja, cada familia lo hace y siente de forma diferente. También en México este ‘rehacer’ las vidas de los refugiados fue variado, alegre o conflictivo, duro o ilusionante.
La documentalista Anabel Campo ha recogido cuatro de estas historias de reconstrucción vital en Méjico en su documental “Amor, desamor y exilio”, estrenado el pasado 2 de mayo en los cines Girona, de Barcelona. Reconstruye como salieron adelante cuatro republicanos españoles que dejaron atrás la España en llamas y autoritaria para instalarse en el México que los acogió.
Los cuatro periplos vitales que sigue la directora son los de cuatro hombres pero el documental está construido en base a los testimonios de mujeres que reconstruyen su relación con ellos. Mujeres que han sufrido mucho a ambos lados del Atlántico los efectos de una guerra en sus vidas pero que saben reencontrarse entre ellas con espíritu comprensivo, solidario y constructivo.
Campo nos habla poco de política y mucho de humanidad. No entra en destacar la vergüenza para España y la Humanidad que representó el golpe de Estado, la guerra y la dictadura franquista, aunque, evidentemente, su presencia está en el fondo de las cuatro historias que descubrimos en el documental. Nos habla de personas que crearon nuevas familias mientras las anteriores quedaron en la España de la que tuvieron que huir. No hace juicios de valor sobre su comportamiento.
Tras el pase del documental en los cines Girona, Anabel Campo explicó cómo había elegido a sus cuatro protagonistas. Podrían haber sido otros. Hay miles de historias como las suyas, dijo. Y es cierto. Miles de historias que se convierten en veinte millones si nos fijamos en los refugiados que hay ahora en el mundo.
Sin decirlo explícitamente, “Amor, desamor y exilio” es una voz de denuncia contra la injusticia y el dolor que conlleva el exilio obligado. Pero es también un recordatorio de que la vida sigue allá donde nos lleve. A las cuatro personas protagonistas del documental las llevó a México. Han pasado más de setenta años. Ellas ya no están, pero la vida sigue y contemplarla en la hora de imágenes y declaraciones de quienes supervivieron y sus descendientes que nos ofrece Anabel Campo -recogidas con ternura y mucha mano izquierda- nos lo recuerda, entre risas y lágrimas.
Una de las escenas del documental.
Anabel Campo durant ela presentación del documental. Foto: Lidia Vilalta.