OPINIÓN
Hoy más que una reflexión voy a exponer mis dudas y mis temores ante la próxima negociación para la aprobación de la llamada “Ley Trans”.
Aparte de todas las consideraciones que ya he expuesto en varias ocasiones, me asalta la duda y, porqué no decirlo, el temor también, que todo el lobby que hay detrás, esté haciendo tanto ruido para permitir que pasen desapercibidos dos temas que también preocupan y mucho. Y estos temas son la legalización de los vientres de alquiler y la regulación de la prostitución.
Hay demasiados intereses coincidentes para estos lobbies y mucho dinero y privilegios que mantener. Así, mientras suena el ruido con la ley trans, se deja de hablar de estos dos asuntos de vital importancia, porque se basan en los cuerpos mercantilizados de mujeres mayoritariamente en situación de vulnerabilidad económica.
En ambos casos y, salvo honrosas excepciones, últimamente hay demasiado silencio con estos dos temas y, al contrario, existe demasiado ruido con lo de la “ley trans”.
Lo que está en juego en los tres supuestos es, desde mi punto de vista, la consagración de los deseos mayoritariamente masculinos y particulares frente a los derechos de las mujeres en todos los aspectos. O sea, un sistema neoliberal i posmoderno en los deseos, frente a un estado social y de derechos.
Confrontar estas dos situaciones cuando se ha sido activista social y feminista a lo largo de los años, chirría bastante. Los derechos siempre se han conseguido con lucha y para toda la comunidad.
Cuando se consiguió una jornada laboral de ochos horas diarias, dicho derecho lo fue para toda la clase trabajadora, pese a las perversiones realizadas por el propio sistema capitalista.
Cuando se consiguió el derecho al aborto, aunque fuera tutelado y dentro de unos plazos, lo fue para todas las mujeres y no sólo para quienes se lo pudieran pagar.
Cuando se aprobó el matrimonio igualitario, lo fue para todas las personas homosexuales y no se excluyó a nadie del PP a pesar de la campaña en contra radical que se hizo. E incluso, algunos de sus militantes más preeminentes como el propio senador Javier Maroto ha hecho uso de dicho derecho, por ejemplo.
Solo son tres ejemplos de lo que se ha conseguido con leyes para regular los derechos del conjunto de la ciudadanía, más allá de que se haga o no uso de ello y siempre sobre la base de no perjudicar los derechos de otras personas.
En los tres supuestos que me preocupan, ocurre justo lo contrario, que se conculcan derechos de mujeres mayoritariamente que, bajo el supuesto de su presunta “voluntariedad” son explotadas sexual o reproductivamente para colmar los deseos de quien pueda pagar esas explotaciones. O dicho de otro modo, y con una frase castiza “poderoso caballero es don dinero”, que puede comprar criaturas o mujeres para satisfacer sus deseos.
Detrás de la presunta “voluntariedad” de esas mujeres explotadas sexual o reproductivamente está la situación de vulnerabilidad económica que las empuja a cualquiera de esas dos situaciones o incluso a las dos. Y esto se oculta deliberadamente para satisfacer deseos particulares.
Y lo peor de todo es que viene de la mano de una nueva izquierda que gritaba un “si se puede” sin explicar que esa frase, seguramente, ya advertía de los beneficios que iban a ofrecer al neoliberalismo más feroz y todo ello en detrimento de los derechos de las mujeres.
Porque en los tres casos se perjudican los derechos de las mujeres en aras a la satisfacción de los deseos masculinos. En el caso de la explotación sexual y/o reproductiva de las mujeres, por la explotación que conlleva. Y, en el caso de la “ley trans” por el borrado y todo lo que implica del concepto mujer.
Como vemos, en los tres casos las mujeres y las niñas e incluso los niños, de nuevo somos las grandes perjudicadas y quienes vemos conculcados nuestros derechos conseguidos de manera colectiva.
Estoy, y he estado siempre, por aumentar los derechos de ciudadanía, pero de toda la ciudadanía. Nunca solo los de quienes tienen dinero y creen que todos sus deseos se pueden comprar, aunque ello implique la compra de otros seres humanos.
Cambiar las reglas de un estado social y de derecho por un mayor grado de neoliberalismo que conculque derechos y que permita la compraventa de seres humanos, no creo que sea la sociedad justa que reivindica la izquierda clásica histórica.
Escribir sobre estas dudas y temores sin duda alguna me ayuda a reforzar mi compromiso de mujer de izquierdas y feminista. Sé quien soy y por lo que lucho y lucharé. Y, también sé contra quienes mantendré mi enfrentamiento.
Derechos sí, pero para toda la ciudadanía y que nunca conculquen derechos de algo más de la mitad de la población que somos las mujeres.